El paleoantropólogo Raymond Dart con el cráneo del niño de Taung (Australopithecus africanus).
Hay algo extraño en los restos de los homínidos que nos precedieron o fueron nuestros parientes cercanos. En ninguna de las representaciones basadas en sus restos (por cierto, muy diferentes entre sí) se aprecia el esplendor que caracteriza cualquier otra especie de ser vivo en estado salvaje. Por el contrario, su pelaje ralo, diminuto tamaño y frágil aspecto, muestran una terrible indigencia que parece situarlos al borde de la extinción.
3 comentarios:
Después de Zapatero, te lo juro, Glo, empiezo a apreciar en mis congéneres esa misma falta de lustre.
Te saludo muy contenta de recuperarte.
Tampoco ahora es que seamos unos superdotados para sobrevivir en condiciones salvajes.
Me alegra un montón que hayas regresado.
Un abrazo de bienvenida.
Gracias, muchas gracias, amigos.
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