Elafonisi (Ελαφονήσι), la isla del ciervo, es un islote en el extremo oriental de Creta.
Reportaje encontrado aquí.
Elafonisi (Ελαφονήσι), la isla del ciervo, es un islote en el extremo oriental de Creta.
Reportaje encontrado aquí.
Hay pocas cosas que haya encontrado más complejas que la frontera franco española extremo occidental. A la complejidad geográfica se superpone la política, social y cultural.
El aspecto más sorprendente para mí es el cultural, que convierte el oeste del río Bidasoa en un lugar poco apropiado para unas vacaciones veraniegas, desde el punto de vista español, debido al clima lluvioso, mientras que el este del mismo pequeño río ha sido, tradicionalmente, uno de los lugares prestigiosos de veraneo de la sociedad francesa, ideal para baños de mar y sol. Está claro que hay una realidad subyacente sobre la que superponemos ideas, palabras, imágenes... Hasta ocultarla, modificarla, transformarla.
Las culturas español y francesa se encuentran en la frontera sin mezclarse, siendo que el español nunca ha sido una lengua obligatoria en la enseñanza francesa, y en francés hace mucho que dejó de serlo en la española. No hay casi nada en común; ni siquiera el sentimiento de pertenencia a esa extraña entidad denominada Comunidad europea. Cada imperio tiene sus referentes culturales que son diferentes al del otro, e ignorados por el otro. Así que muchos turistas apenas se adentran un poco en el territorio vecino, donde se sienten totalmente perdidos.
Un aspecto conflictivo de esta frontera es el de la población local, que por influencia de la cultura imperante en cada lado, ha perdido la lengua común, el vasco. Esto parece haber desembocado, no en la existencia de una población que se mueve indiferentemente entre ambos lados, sino en una población que habla español o francés, sin mezcla, aunque en unos pocos casos habla ambas lenguas en distintos grados de adaptación. Una población transfronteriza esta última, algo marginal, que no siempre ha sido tratada con dignidad. Una situación de difícil equilibrio debido al desprecio que las dos culturas se profesan mutuamente.
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La geografía en ese lugar de la frontera es también motivo de confusión. Cordillera cantábrica y cordillera pirenaica se encuentran sin solución de continuidad geográfica. Sin embargo, existe un límite convencional establecido en la falla de Pamplona.
La confusión aparece cuando se combinan la geografía y la política. Así, desde las llanuras de las Landas resulta visualmente evidente y políticamente elegante que los Pirineos descienden suavemente hasta el mar. Pero la convención del límite en la falla de Pamplona altera este limpio esquema mental, complicándolo, de manera que los Pirineos ya no llegan hasta el mar, siendo que el extremo de la frontera corresponde al extremo este de la vertiente norte de la cordillera cantábrica.
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Después de un tiempo de búsqueda, tengo que rectificar parte de mi intervención, atendiendo a documentación encontrada de evidente coherencia:
Y es que, sin menoscabo de la integridad de la convención de que la falla de Pamplona constituya el límite entre las cordilleras cantábrica y pirenaica, al parecer se ha incluido una línea complementaria a la de la falla (representada, por ejemplo, aquí), que atiende la realidad, también geológica, de la continuidad que presenta el macizo de las Cinco Villas respecto de tras formaciones pirenaicas (formaciones de la misma antigüedad). Dicha continuidad puede apreciarse en cualquier mapa geológico (por ejemplo, este).
Como cierto descargo de mi primera intervencion diré que la mayor parte de documentos desatienden la existencia de esa línea complementaria, prolongando la linea de la falla hasta los confines de las formaciones, prolongando así, inopinadamente, la cordillera cantábrica.
Purgando su incapacidad para mantener el tren de vida del funcionariato y el politburó.
Fotografía de Wilhelm von Gloeden.
El extremo occidental de la frontera entre España y Francia es un cúmulo de despropósitos convencionales. Uno de ellos es que los Pirineos terminan en el mar, y como consecuencia, que el Larrún es una elevación pirenaica. Pero los Pirineos, y por tanto, la cordillera cantábrica, terminan en la falla de Pamplona. Luego el Larrún, y con él el rio Bidasoa, el valle de las Cinco Villas navarras, etc., son accidentes geograficos cantábricos. Y quien sostenga que esto no es así, que, por favor, indique dónde se encuentra el limite oriental de la vertiente norte de la cordillera cantábrica.
Los directivos de algunas aplicaciones creen tenernos a todos cogidos por las pelotas: que a través de sus productos mantenemos un público que nos quiere, y que no sentir su atención nos sumirá en la desolación.
Los elementos del romanticismo (el jardín, el crepúsculo, la noche, la muerte, delicada, supersticiosamente aludida y eludida...), me hacen recordar la paralela prolongación de esa estética en la literatura española del siglo XX (pienso en Baroja), que hunde sus raíces en el sentimiento de caducidad medieval, en el barroco, que como sostiene Greta Alfaro, nunca ha cesado.