El último sol de la tarde tiñe de amarillo estos robles rojos americanos del Vivero, que es el mejor merendero público de Artxanda.
En el fondo de esta foto se ve parte de Basauri y Etxebarri. Artxanda es un descubrimiento reciente para mí, y se ha convertido en uno de mis lugares preferidos.
Estas setas nacían en un tocón podrido situado entre las mesas del merendero, y estaban casi intactas. Parece que los Homo sapiens que pasaron por aquí eran prudens, distinguens y respetans (variedad de homínido muy rara que, como diría Dogbert, tiende a no reproducirse). Traje a casa un par de ellas para cotejarlas con las de mis libros, y al parecer son de una especie que, aunque no es mortal, puede hacer pasar un muy mal rato a quien la coma. Advierten que quien lo haga tendrá que pasar por el hospital.
4 comentarios:
Las fotos transmiten el aviso de un incipiente otoño, con las setas me pasa algo parecido, no tengo ni idea sobre cuáles son comestibles, así que las dejo en su lugar original.
Este verano comí en Alemania unas que allí llaman pfifferlingen, es lo mejor que he probado en mi vida, en cuanto a variedades micológicas.
Un abrazo mientras el verano está de servicio permanente por aquí.
Un abrazo, Nómada.
Muy hermosas fotografías, especialmente la de los visitantes asomados al borde del monte. Una o dos veces (no sé si habré soñado la segunda) estuve en Artxanda. Pero no vi casi nada. Ni en la que recuerdo ni en la que pudiera ser un eco de ese recuerdo. Fue una de esas rápidas visitas durante las cuales lo miras todo y no ves nada.
Sí, esa foto parece un cuadro de Gaspar Friedrich...
Artxanda tiene una belleza discreta, en parte oculta, pues no se descubre si no se recorre en toda su longitud y en un día claro. Entonces se ve con toda nitidez el mar (una rareza en Bilbao), y se disfruta de una carretera secundaria de trazado muy agradable. Tuve la satisfacción de comprobar que los organizadores de la última vuelta a España fueron de mi misma opinión.
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