Ejemplar joven de Pinus pinaster con una piña. En antiguos pastizales comunales en la cumbre de un monte.
Interior de la provincia de Lugo, Reino de España.
16/08/2025.
Ejemplar joven de Pinus pinaster con una piña. En antiguos pastizales comunales en la cumbre de un monte.
Interior de la provincia de Lugo, Reino de España.
16/08/2025.
Fotografía de Javier L. Vallo, tomada el 08/2025 en la provincia de La Coruña, Reino de España, y encontrada aquí.
Genista tridentata. Desde la antigüedad los rubios celtas han dedicado las cumbres (de suelos muy ácidos), a pastos comunales. El ganado gusta de cambiar los húmedos pastos del fondo de los valles por los soleados y secos de las cumbres.
Interior de la provincia de Lugo, Reino de España.
16/08/2025.
La gente tiene las reglas de ortografía como imposiciones; que lo que dicen las Academias son como leyes dictadas por personas ajenas. Muchos hablantes y escribientes se sienten regañados como si estuvieran en la educación primaria. Incluso los hay que sienten esta lengua como una imposición de otras culturas. Pero esto no es así, porque esta lengua, si es materna, es suya; es parte de su herencia, de su patrimonio y de su ser: algo a cuidar y de lo que sentirse orgulloso. Porque de lo propio sólo cabe sentirse orgulloso.
Betula sp. (posiblemente, Betula pendula).
Interior de la provincia de Lugo, Reino de España.
12/08/2025.
La colina
¿No me has visto nunca, Platero, echado en la colina romántico y clásico a un tiempo?
...Pasan los toros, los perros, los cuervos, y no me muevo, ni siquiera miro. Llega la noche y sólo me voy cuando la sombra me quita. No sé cuándo me vi allí por vez primera y aún dudo si estuve nunca. Ya sabes qué colina digo; la colina roja aquella que se levanta, como un torso de hombre y de mujer, sobre la viña vieja de Cobano.
En ella he leído cuanto he leído y he pensado todos mis pensamientos. En todos los museos vi este cuadro mío, pintado por mí mismo: yo, de negro, echado en la arena, de espaldas a mí, digo a ti, o a quien mirara, con mi idea libre entre mis ojos y el poniente.
Me llaman, a ver si voy ya a comer o a dormir, desde la casa de la Piña. Creo que voy, pero no sé si me quedo allí. Y yo estoy cierto, Platero, de que ahora no estoy aquí, contigo, ni nunca en donde esté, ni en la tumba, ya muerto; sino en la colina roja, clásica a un tiempo y romántica, mirando, con un libro en la mano, ponerse el sol sobre el río...
Recuerdo la fotografía de un hombre que murió solo y fue descubierto entre sus propias heces y meados. Los mexicanos mostraban casos como ese en publicaciones crueles pero verdaderas como La Policíaca. Llegar a la muerte fue un proceso horrible para aquel hombre, pero también una liberación, aunque no para él, sino para los que fuimos espectadores de aquello a través de una fotografía. La muerte no libera a quien muere, sino a quien queda.
La mezquindad de quienes ostentan en Poder, dispuestos a lo que haga falta para seguir viviendo con privilegios es para mí las heces y los meados en que nos rebozamos sobre nuestro lecho antes de morir sin esperanza.
Comprendo perfectamente que Miguel Unamuno Jugo quedara atrapado en la imaginación de la existencia eterna del alma de su infancia católica flotando en la negrura de la ausencia de Dios: la angustia de imaginarse eternamente consciente de la nada que lo atormentó hasta su final. Pero esa no es la muerte, sino parte del proceso de irse muriendo. Morirse es el frío del meado sobre el cuerpo y el hedor de nuestras propias heces.
Hace tiempo que el aire, antes transparente, se ha vuelto opaco, y la luz no me alumbra ni a mí ni las cosas. También esto es irse pudriendo como se agusanó en vida Felipe II.
En último término el castillo, y en primero, la embocadura de uno de los puentes antiguos (de hecho su nombre es El Puente Viejo/ A Ponte Vella), sobre el río Cabe.