
Cualquier lugar oscila entre ser el ombligo y el culo del mundo;

todo depende del pie con el que nos hayamos levantado,

de lo que haya ocurrido en él,

del momento económico que vivan sus habitantes,

de sus bellezas naturales o artificiales, etc.

Pero si hay algo que nos fascina a los Homo sapiens son los retos, y dotar al lugar en el que vivimos de la mayor dignidad posible es, quizá, el que más nos tienta.
Probablemente se podría reconstruir la historia de la Humanidad entorno a esta idea, con su infinidad de ejemplos: desde Tierra Santa hasta Wall Street, cuyas fachadas neoclásicas se levantaron para dar la impresión de que habían estado siempre allí; desde la casa en la que nació Cervantes hasta Delfos, llamado precisamente "el ombligo del mundo"; desde "Casa Paco, fundada en 1965", hasta Santiago de Compostela, donde las construcciones y ritos posteriores convirtieron en irrelevante el hecho de que la muerte del apóstol allí no fuera más que una mentira (genial, pero mentira) de enorme importancia en la Europa medieval.
Y cuando saco mi cámara y elijo los encuadres que más me gustan del discreto y tranquilo barrio de San Ignacio, en Bilbao, estoy aportando mi granito de arena. Mayor aún sería mi aportación si construyera un edificio, y aún mayor si rodara allí una película... Y si se rodaran mil películas, entonces la gente vería su casa como un culo del mundo y San Ignacio como el ombligo, y vendrían a dar aquí lo mejor de sí mismos, igual que hacen muchos cuando emigran a Estados Unidos.
1 comentario:
Yo he tenido tantos ombligos... Ahora no es que me parezcan lo otro, pero todo llegará. Es que me conozco (¡ahí va otro 'ombligo'!)
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