19.9.11

DE IBERO A IRURZUN

Era ya completamente de noche. En la "Ballena Verde" giré a la izquierda. Me costó un poco llegar hasta Arazuri, pero el resto del camino me era conocido. Ibero estaba desierto. Quería haberme acercado al lavadero a mojar las manos en el agua templada, pero para eso debía cruzar el estanque por un pequeño puente de piedra y caminar por la orilla desprotegida y de pavimento irregular. Las aguas aparecían negras y la empresa me pareció temeraria. Las farolas iluminaban débilmente. También era débil el ruido de la cascada del aliviadero. Me acordé de "El jarama". Al fondo, sobre la negrura de la noche, una luz solitaria permitía adivinar el volumen del molino. Volví al coche, estudié las alternativas en el mapa, y opté por la ruta más corta, que pasa por Anotz y otras pequeñas poblaciones. Nada más cruzar el río Arakil tomé la desviación a la derecha. La carretera era estrecha, sin pintar ni señalizar. La soledad y la oscuridad eran completas. Los pueblos que cruzaba sí estaban bien iluminados, pero no había un alma en ellos. Ni siquiera sentí la presencia de animales por el camino.

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