A D. I. Andoníu.
Contingencias que mudaron nuestra forma
más hondas que el pensamiento, más todavía
nuestras como la sangre, más todavía
se hundieron en el ardor del mediodía
tras de la arboladura.
Entre cadenas y órdenes
nadie se acuerda.
El resto de los días, el resto de las noches:
cuerpos, fatiga y placer,
la amargura de la desnudez humana hecha pedazos
más tirada aún que lentiscos en calles polvorientas,
tanta seducción y tantos símbolos
en el último ramaje:
a la sombra del gran barco
el recuerdo es sombra.
No nos pertenecen las manos que nos rozaron, sólo
con más profundidad -cuando ensombrecen las rosas-
una cadencia a la sombra de una montaña: chicharras,
humedece nuestro silencio en la noche
en busca del sueño de la mar
deslizándose hacia el sueño de la mar.
A la sombra del gran barco
cuando silbó el cabrestante
abandoné la ternura a los prestamistas.
Pelión, 19 de agosto de 1935.
Yorgos Seferis/ Pedro Bádenas de la Peña
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