NUESTRO SOL
Este sol era tuyo y mío: lo hemos compartido.
¿Quién sufre tras la seda dorada? ¿Quién se muere?
Golpeando su pecho exhausto gritaba una mujer:
"¡Cobardes, me quitaron a mis hijos y los despedazaron!
¡Vosotros los matasteis!
Mirando mientras de noche con aire extraño
las luciérnagas,
absortos en una ciega fantasía."
La sangre se seca en la mano verdosa a la sombra
de un árbol,
un guerrero dormido apretaba la lanza que iluminaba
su costado.
Era nuestro sol. No veíamos nada tras los bordados
de oro.
Más tarde llegaron los mensajeros jadeantes, sucios,
balbuciendo sílabas ininteligibles:
veinte días y veinte noches por la tierra yerma, llena
sólo de espinos,
veinte día y veinte noches sintiendo ensangrentados
los ijares de los caballos
sin un alto para beber agua de lluvia.
Que descansen primero y luego hablen, ordenaste, la luz
te había deslumbrado.
Expiraron diciendo: "No tenemos tiempo" mientras
acariciaban unos rayos.
Olvidabas que nadie descansa.
"¡Cobardes!" aullaba como un perro enmedio de la noche
una mujer.
Debió ser hermosa en un tiempo, como tú,
con labios frescos, venas llenas de vida bajo la piel,
con amor.
Este sol era nuestro, te lo guardaste entero sin
querer seguirme,
aprendí entonces todo eso tras el oro y la seda.
No tenemos tiempo. Tenían razón los mensajeros.
Yorgos Seferis/ Pedro Bádenas de la Peña.
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