4/05/2014

PRIMAVERA d. C., DE DIARIO DE A BORDO I, DE SEFERIS

PRIMAVERA d. C.

Al volver la primavera
se vistió de claros colores
y con paso decidido
al volver la primavera
al volver el verano
sonreía.

En los brotes tiernos
un pecho desnudo hasta las venas
más allá de la noche árida
más allá de los viejos cenicientos
discutiendo a media voz
qué sería mejor:
entregar las llaves
o echar una soga
y colgarse del nudo
dejar cuerpos vacíos
porque sus almas no aguantaban
porque su razón no entendía
y las rodillas cedían.

Con los nuevos brotes
los viejos se equivocaron
y lo entregaron todo
nietos y biznietos,
los campos feraces
y las verdes montañas
el amor y la hacienda
la buena entraña y el cobijo
los ríos y la mar.
Huyeron como estatuas
dejando tras de sí un silencio
que ni una espada pudo cortarlo
ni llevárselo una galopada
ni el vocerío de los jóvenes.
Y llegó la gran soledad
y llegó la gran penuria
con esta primavera
que cayó y se extendió
como la escarcha de la aurora
prendió en las ramas altas
se deslizó por los árboles
y envolvió nuestra alma.

Mas ella sonrió
vestida de claros colores
como un almendro en flor
entre llamas amarillas
y pasaba fugazmente
abriendo al cielo
ventanas que gozaban
sin nosotros desdichados.
Vi su pecho desnudo
su talle y la rodilla
cómo sale del tormento
para subir a los cielos
indemne el mártir
indemne y purificado
más allá del rumor
ininteligible de la plebe
en el circo inmenso
más allá de la mueca siniestra
del cuello sudoroso
del verdugo frenético
que golpea inútilmente.

Laguna se tornó la soledad
laguna se tornó la penuria
indemne e inmaculada.

16 marzo 1939.



Yorgos Seferis/ Pedro Bádenas de la Peña

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