9/17/2014

ACERCA DE SHOSTAKOVICH/ CUARTETO Nº8 (COMPLETO)

Es curiosa esa necesidad de verbalizar la obra de Shostakovich, bien para ponerle a caldo como compositor, bien para "reconducir" políticamente a su autor a posturas en las que no está claro que estuviera, y más raramente, para alabarlo. En esta reseña puede leerse:

"... En lo personal, excepto por esa sinfonía escuchada en la niñez y otras obras puntuales (Cuarta Sinfonía, Quinteto con piano), nunca he logrado simpatizar con la estética de Dimitri Shostakovich. Aunque presentado como un genio de la música, su aporte ha sido cuestionado por figuras tan sólidas como Pierre Boulez, que ha señalado su monotonía, lo gris de su discurso, sus préstamos y anacronismos, su vacuidad sonora, su afán de lograr efectos por repetición..."

Y pensaba, en lo que a repeticiones se refiere, en las de la tercera sinfonía de Beethoven, que aquí describen como poco atractivas para los directores:

"... La sinfonía arranca con dos imponentes acordes de toda la orquesta que dan paso al primer tema. La extraordinaria duración del movimiento (especialmente si contamos con las repeticiones que Beethoven anotó en la partitura y que hasta los años 50 del siglo pasado no se realizaban)..."

... O en las de las sinfonías de Bruckner:

"... Sus obras, las sinfonías, en particular, tuvo detractores, especialmente el crítico austríaco influyente Eduard Hanslick, y otros partidarios de Johannes Brahms, quien se refirió a su gran tamaño, el uso de la repetición, y la propensión de Bruckner a revisar muchas de sus obras, a menudo con la ayuda de sus colegas, y su aparente indecisión acerca de las versiones que prefería. Por otra parte, Bruckner fue muy admirado por los compositores posteriores, incluyendo a su amigo Gustav Mahler, quien lo describió como "un medio tonto, medio Dios"..." 

Bajo todas estas actitudes (tanto las de "rescate", como las críticas negativas) creo adivinar las exigencias de la Guerra fría.

Shostakovich es un personaje con el que, a pesar de su relevancia profesional, uno se identifica en una cierta frustración hacia el propio trabajo, e incluso la propia vida. Según cuentan en este artículo, para su decimoquinta (y última) sinfonía, Shostakovich se inspiró en el cuento de Chejov, El monje negro, en el que puede leerse lo siguiente:

"... Sí, tenía que admitir todo esto. Había sufrido y había hecho sufrir sólo para ser una mediocridad. Sí, se dio cuenta de que era una mediocridad, y lo aceptó así, pensando que cada hombre debe estar satisfecho con lo que realmente es..."

Yo tuve la suerte de que mi primera audición de una obra de Shostakovich fuera en directo, en el conservatorio Juan de Antxieta de Bilbao. Se trató, nada menos, que del cuarteto nº8, con sus melodías populares eslavas, su bajo continuo medieval, su programáticos "bombardeos", y su profunda e inquebrantable melancolía. Tras esa extraordinaria experiencia, para mí la obra del ruso ha quedado marcada por la máxima calidad, y eso es algo que ni la opinión que tuviera sobre sí mismo va a poder cambiar.

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