11/02/2014

LA APARICIÓN, DE MUJER DE VERSO EN PECHO, DE GLORIA FUERTES

LA APARICIÓN

Dios era bajito,
mestizo,
con nariz afilada de semita,
ojos orientales y melena de hippy.
Iba descalzo como siempre,
sin barba ni automóvil,
pies heridos traía,
-le conté tres tiritas de tafetán-
montando humilde en una nube de alcohol.
Llegó al atardecer
cuando tocan la novena
y la tristeza engorda nuestro cuarto.
Iluminó mis patatas hervidas
y pronunció:
-¡Punto... y coma!
(Me trataba de usted).
Después de esta extraña comunión
levitó un poco, sacó una flauta con forma de peine
y me atusó,
echándome una oratoria rapapolvo.

(Porsigue la entrevista).

Usando la valentía que Él me dio
y el disimulo que me prestó el diablo,
inicié una observación minuciosa
mirándole fijo de reojo.
Al terminar la charla
-que ya os contaré-
yo no sabía si Él era Él o Ella.
Pensé en la publicidad de ciertos almacenes...
me amonestó
-porque Dios entre otras cosas
es un gran telépata.
Brillaba al sudar.
Estaba compuesto
con todas las religiones del mundo,
con todos los colores,
con todos los que aún amamos a alguien,
así estaba compuesto Dios.
No trató de saber mi problema,
me contó el suyo:
¡Estaba enamorado!


Gloria Fuertes

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