10/28/2016

VERTIENTE DEL DUERO Y VERTIENTE DEL TAJO


Imagen invernal de Segovia, encontrada aquí.


Imagen veraniega del río Manzanares, encontrada aquí.

Recuerdo que, en un reportaje de ETB, un emigrante navarro de Irurzun decía que lo que más le había chocado al llegar a Argentina había sido que no existiera elevación alguna, sino solamente una llanura. A mí me sucedió algo parecido al llegar a Madrid: acostumbrado a una geografía compleja en la que los ámbitos y referencias son los valles y su correspondiente río, la simplicidad de la geografía del centro de la península me trastocaba. Toda la geografía de Madrid era tan sólo una colosal falda entre las cumbres del sistema Central  y el Tajo, de manera que todos los lugares tenían parecida orientación, y parecida inclinación, y solamente los singularizaba, en alguna medida, su altura: de la franja de nieve cegadora de las cumbres, pasando por los bosques y dehesas, por los inmensos arenales y yeseras, hasta los secarrales polvorientos y ardientes del sur, desprovistos de vegetación, con el oasis del Tajo como excepción final.

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