10/18/2018

SEÑOR ALCALDE


No se preocupen de agradar al turista medio: no iluminen el castillo; no planten Hesperocyparis arizonica en sus laderas; no construyan un centro de interpretación (a no ser que muestren al menos tres interpretaciones diferentes); no dejen las ruinas que permanecían enterradas al la intemperie; no construyan un edificio alrededor de las ruinas para protegerlas; no se lleven las ruinas a un museo; no me cobren cinco euros por la visita. 

¿Porqué? Pues porque al turista medio le da igual todo eso. Él ya deja su dinero en los restaurantes, bares, estancos, tiendas, del pueblo. Constrúyanle pasarelas para que no pisotee; pónganle letreros por si se anima a leerlos, pero mejor dejen que sea él quien interprete los restos; mantengan desnudas de vegetación las laderas para que el castillo parezca la construcción militar que fue; vuelvan a enterrar las ruinas una vez las hayan documentado; no se inventen historias falsas, y cuéntennos lo poco que sepan; no celebren mercados pseudomedievales que no interesan a nadie; prohiban los letreros de hierro pintado de negro que imitan pergaminos enrollados, y también las falsas antorchas.

Las ruinas se parecen mucho a la familia: nos interesa saber de dónde venimos, pero una vez sabido, es algo que deja de tener importancia para nosotros. Pero nuestra familia no puede ser un artificio, no puede ser un circo, sino algo fidedigno.

(Fotografía de las bellísimas ruinas del castillo de Berlanga de Duero, encontrada aquí)

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