Escribió Dulce María Loynaz un poema que me gusta mucho: CXXIV.
En él se mezclan, inextricablemente, geografía, política, historia..., siendo esa mezcla, junto con la forma misma de poema, los que le dan el sabor antiguo a esa hagiografía de Cuba.
Cuba es una isla, lo que, lo he dicho alguna vez, exacerba la singularidad del territorio y el sentimiento de exclusividad y pertenencia. Pero la insularidad no es estrictamente necesaria. Basta con trazar una línea. Esto lo saben bien los perros, que defienden con ferocidad el territorio de su amo hasta exactamente su límite, y cuando se adentran más allá se muestran pacíficos.
¿Por qué me parece antigua esa manera de entender las cosas? ¿No
es toda esa parafernalia y confusión lo que constituye el marco de la
vida para muchas personas que son fanáticas de algo "suyo" que termina
en una línea precisa, exacta, más allá de la cual sólo se extiende, en
el mejor de los casos, una realidad ajena? En el poema de Loynaz se mezcla la isla con su geografía física, su clima, el estado que la comprende actualmente, la sociedad que vive en ella, con su historia, su lengua... Sin embargo, ¿No es Cuba simplemente un lugar junto con la vida de cada uno de sus habitantes, y nada más?

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