El entrevistador y el entrevistado se miran. Están uno frente al otro mirándose. Eso tensiona el diálogo porque exige a ambos una atención, un asentimiento constante que, entiendo, perjudica la transmisión del contenido. Yo imagino aquel diálogo peripatético primero, aquel que se desarrollaba caminando en paralelo con el o los interlocutores. En él estamos (o nos sentimos), de alguna manera solos durante buena parte del discurso, y al mismo tiempo, acompañados.
Y aquí dejo un enlace al texto íntegro del que se habla: Ser y tiempo, de Martin Heidegger, en traducción al castellano de Jorge Eduardo Rivera.
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