Fotografía de la isla de Delos, entre las islas de Rinia y Mikonos, encontrada aquí.
Diosa de los límites y de la transformación, Artemisa, la siempre virgen, la contradictoria, la salvaje, siempre ajena a lo masculino y sin embargo de virtud masculina, fue hija de Zeus y de Leto y, como su hermano Apolo, nació en la isla de Delos; portadora de arco y saetas de oro. compañera de ninfas y cárites en la danza y los cantos, deidad nubosa en sus orígenes, está asociada con la "Señora de las fieras" cretense y con la Diana itálica, Diana nemorensis (Diana de los bosques). Para los griegos es extranjera y, sin embargo, tiene fisonomía y personalidad típicamente griegas: sin duda es una de las diosas más enigmáticas del panteón griego.
Señora de los montes umbríos y las cumbres expuestas a los vientos, es la dueña de las altas montañas que sólo baja a las ciudades al llamado de mujeres que se encuentran en parto difícil. Ella es la diosa que custodia los caminos y los puertos, habitante de las islas cedidas por Zeus, proveedora del salvaje alimento de los cíclopes por haber recibido de ellos arco, carcaj y flechas. La amante de Anticlea y de la ninfa Britomartis, la adorada por las amazonas, Artemisa es la diosa de las zonas limítrofes, de las fronteras, de lo que es propiamente el reino del Otro, puesto que, en el pensamiento occidental, el bosque es refugio de los vencidos y marginales, de los bandidos y aventureros, asesinos y fujitivos.
Por ello, podemos afirmar que el hábitat de Artemisa, este mundo de soledad y de peligro, es el propio de las pruebas iniciáticas: es, a la vez, el ámbito de lo salvaje, esto es, de la alteridad, de lo opuesto, y de la naturaleza en cuanto ayuda al autoconocimiento.
Por ello, Artemisa es protectora de las crías, tanto de los humanos como de los animales, es decir, de aquellos seres que todavía no tienen denominación ni propiamente ser en el mundo griego; ella los hace madurar y los transforma en adultos al darles identidad social. Asímismo, ella es la diosa que protege el paso de niña a mujer; sin embargo, como por su virginidad ella rechaza el matrimonio, es decir, la realización de la feminidad, abandona a la niña cuando esta se convierte en mujer: Artemisa desaparece en el momento en que se franquea el límite.
Al respecto, hay que recordar que Aristófanes, en su Lisístrata, relata lo que podríamos interpretar como los pasos de la iniciación femenina:
De siete años fui yo una arréfora; a los diez molía el grano para la protectora; después, vestida de azafrán, fui "osa" en las brauronias, Por fin, siendo mayor y bella fui canéfora y llevaba un collar de higos secos.
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