29.7.24

EL SENTIMIENTO ÚLTIMO DE UNAMUNO

Pero los sentimientos no se compran ni se venden; no se entierran ni se barren bajo la alfombra; no se olvidan ni se disuelven entre otras ocupaciones; no se dejan convencer con buenas razones, ni por conveniencias, ni por sentimientos ajenos, ni por principios de autoridad, ni por tradiciones seculares, ni por amenazas, ni por adulaciones.

Cuando Miguel Unamuno Jugo pierde la fe religiosa se mantiene en él el sentimiento de fidelidad a la Verdad, que está por encima de todo, incluido Dios. Y con el de Dios, Unamuno termina el proceso de demolición de todo, que tuvo su origen la crisis que supuso el final del Imperio: de su lengua materna, el vasco, que veía desaparecer; de su país, España, que creía indisolublemente ligado a América en tanto que lo estuvo desde su fundación; de su religión, que él había sustituido por el socialismo hasta que se dio cuenta de que creía en él también religiosamente... Y puede que todo dependiera, antes aún de todo lo expuesto, del sentimiento de soledad, abandono y desesperación en que se convirtió para él la muerte, pues creo que nunca pudo escapar de la fantasía de que la muerte era un estado de consciencia.

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