"La vida está para vivirla, no para entenderla", nos propuso el pensador madrileño Jorge Santayana. Es una frase que leí fuera de su contexto, y en aquel momento me pareció una extraña renuncia.
Hoy me he detenido de nuevo en ella, aún sin haber acometido su contexto, pero con la impresión de poder hacer "algo" con su exigua pero sugerente literalidad. Y es que como toda generalidad, no alcanza su pleno sentido más que en los casos concretos de los que emana o en los que acertamos a aplicarla.
Entiendo que Santayana, tácitamente, exhorta a huir de los artificios de la racionalidad. Es decir, a asumir la vida de manera natural. Entiendo que no defiende no pensar (algo que sería inhumano), sino que nos propone que no pasemos todo por la racionalidad esperando resolverlo para obrar.
He leído que lo relacionan con Séneca y Epicuro, pero más bien creo que tras sus palabras está la parábola del niño que quería vaciar el mar transportándolo poco a poco a un agujero excavado en la arena.
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