«Wozu Dichter in dürftiger Zeit?»/ «¿Para qué poetas en tiempos de miseria?».
(Original y traducción encontradas aquí).
Holderlin nos habla desde una extraña cultura, casi incomprensible. Esa que propone ,.<<Dem deutschen Volke>>/ <<Al pueblo alemán>>, en el frontón del parlamento en Berlín. O la de la tercera sinfonía de Alfred Schnittke, ese extraño ruso/ alemán del Volga.
Se me ocurre reflexionar con ello sobre la validez de la universalidad en la que se asienta el arte contemporáneo; más concretamente, de esa Modernidad revisada que pretende "comprender" el contexto (los condicionantes y las preexistencias), que es la estética que me toca; o más generalmente, de los credos inconscientes de la Hispanidad, o del Catolicismo.
Y es que soy incapaz de comprender (abarcar) el "problema". Antes de llegar me detienen: una burocracia asintótica (aumenta exponencialmente conforme se pormenoriza); la grave tara de tener pito en lugar de chocho; no hablar ninguna lengua muerta, sino "sólo" una viva y universal; no creer en la nueva religión del Ambientalismo y, principalmente, no estar afiliado al correspondiente Movimiento.
La intuición, esa a la que Le Corbusier dejaba la resolución de los problemas, me ha llevado a pedir prestados, simultáneamente, de mi biblioteca municipal, los Diálogos, de Platón, y El pensamiento vivo de Séneca, de María Zambrano: dos posiciones opuestas frente a la universalidad.
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