Tera está formada geológicamente por piedra
pómez y caolín, en su golfo... han surgido y
desaparecido islas. Fue el centro de un culto muy
antiguo en el que se ejecutaban danzas líricas
en un ritmo sereno y grave que se llamaban
gimnopedias.
Guía de Grecia.
I SANTORÍN
Asómate, si puedes, al oscuro mar olvidándote
del son de un caramillo sobre aquellos pies descalzos
que hollaron tu sueño en aquella otra vida sumergida.
Graba, si puedes, en tu último óstracon
la fecha, el nombre y el lugar
y tíralo al mar a que se hunda.
Desnudos nos hemos encontrado en la pómez
mirando las islas emerger
mirando las islas granates sumergirse
en su sueño, en el nuestro.
Desnudos aquí nos hemos encontrado sosteniendo
la balanza inclinada del lado
de la injusticia.
Talón de fortaleza, voluntad sin tacha, amor premeditado,
esbozos que maduran al sol del mediodía,
curso del destino con la palmada de una mano juvenil
en el hombro;
en la tierra sin resistencia, desmembrada,
en la tierra que una vez fue nuestra
las islas -escoria y ceniza- se van a pique.
Altares derribados
y amigos olvidados
hojas de palma en el fango.
Deja, si puedes, viajar tus manos
aquí por el rincón del tiempo con la nave
que tocó el horizonte.
Cuando el dado dio en la losa
cuando la lanza dio en la coraza
cuando la mirada reconoció al forastero
y se secó el amor
en almas horadadas;
cuando mires a tu entorno y halles
en redor los pies segados,
en redor las manos muertas,
en redor los ojos tenebrosos;
cuando ni siquiera puedas ya elegir
la muerte que quisieras para ti,
oyendo un aullido
aunque sea el aullido del lobo,
tu derecho,
deja, si puedes, viajar tus manos
despégate del tiempo infiel
y húndete,
quien levanta peñascos se hunde.
Yorgos Seferis/ Pedro Bádenas de la Peña
Cuando el dado dio en la losa
cuando la lanza dio en la coraza
cuando la mirada reconoció al forastero
y se secó el amor
en almas horadadas;
cuando mires a tu entorno y halles
en redor los pies segados,
en redor las manos muertas,
en redor los ojos tenebrosos;
cuando ni siquiera puedas ya elegir
la muerte que quisieras para ti,
oyendo un aullido
aunque sea el aullido del lobo,
tu derecho,
deja, si puedes, viajar tus manos
despégate del tiempo infiel
y húndete,
quien levanta peñascos se hunde.
Yorgos Seferis/ Pedro Bádenas de la Peña
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