Bocinas, tranvías, gases, crujir de frenos,
un cloroformo que aturde el cerebro mientras cuentas
hasta no poder más para sumirte luego
en el letargo y quedar a merced del cirujano.
Camina con cuidado por las calles para no resbalar
con las mondas de melón tiradas por desidia de moros
o politicastros refugiados y comandita,
mientras piensas atento: ¿la pisará? ¿no la pisará?
Como quien deshoja la margarita.
Sigue avanzando
y menea un enorme manojo de llaves inútiles.
El azul desvaído recuerda
los carteles desteñidos de la Compañía Griega de Cabotaje,
los postigos cerrados a cal y canto en las narices de
alguien querido
o un poco de agua en las raíces de un plátano.
Sigue su camino hacia el trabajo, entretanto
mil perros hambrientos le hacen jirones sus perneras
dejándolo desnudo.
Sigue adelante dando tumbos, señalando con el dedo,
un aire denso arremolina
basuras, estiércol, hedor y calumnias.
El Cairo, Saria Edmad-el-Din, junio '43
Yorgos Seferis/ Pedro Bádenas de la Peña
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