Leo una página de la administración pública dedicada a las repoblaciones forestales. Todavía se abandonan los autores a los delirios románticos sobre bosques nemorosos:
"... El objetivo de los trabajos de reforestación en una cuenca torrencial es invertir el proceso de degradación, ayudando a la naturaleza a evolucionar hacia un ecosistema de bosque..."
En estos planes no hay más intervención humana que la del Estado, a modo de demiurgo semidivino, que pretende la recreación de una realidad ideal, independiente del ser humano, aristotélica. Un Edén primigenio visitado tan sólo por los técnicos del correspondiente ministerio.
La "inteligencia" de la naturaleza se defiende de inciciativas como estas a nivel individual. Consiste en estarse muy quieta, como hacen las plantas y algunos animales como los caracoles, de manera que los Homo sapiens no puedan dedicarle la atención necesaria para sus fines. Pero, por desgracia, la sociedad humana, en forma de Estado tecnocrático, de empresa, o simplemente de moda, no ceja fácilmente en sus empeños.
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