La aparición de la suite Vollard, de Picasso, supuso una renovación en la manera de representar el desnudo; una manera nueva que se apoyaba en la dura linealidad del grabado, que confería a los cuerpos un poder que hasta entonces nadie había podido darles. Lucian Freud vuelve a hacer algo parecido con sus cuerpos, que muestra naturales, sudorosos y enrojecidos después del sexo; pálidos donde nunca les da el sol y morenos donde siempre les da; impúdicos pero poco atractivos; con asimetrías, con mánchas, sin afeitar, obesos, avejentados, nada clásicos...
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