Esta iniciativa de Sarriguren es similar a la de otras localidades con afán por hacerse con una imagen "ecológica". En Sestao y otros municipios próximos, estamos todavía en fase "del país de Pin y Pon", es decir, expropiando huertos urbanos creados por iniciativa particular, para convertirlos en praderas de verde rutilante, salpicadas por árboles y arbustos, y recorridas por caminos sinuosos. Sarriguren es un retorno de ese tratamiento puramente visual. Pero un retorno desacertado.
Las huertas han existido desde siempre y siguen existiendo, por suerte, al margen de "apropiaciones" como las de Sarriguren. Son, en efecto, una de las convivencias más respetuosas con el medio ambiente. Pero tienen el grave "defecto" del desorden. Algo que la sociedad no tolera ni en la misma "naturaleza".
Lo "auténticamente ecológico" es, por esencia, económico. Y un huerto sólo lo es si se mantiene en los más estrictos mínimos economicos, que implican el reciclaje de todo tipo de materiales (bidones, somieres, estiércol, etc.) Pero eso suena a pobreza; algo demasiado próximo a la miseria, de la que necesitamos sentirnos lo más alejados posible. Así que ningún político ha podido rentabilizar ese "producto" hasta que no le fue incorporada la tecnología, rutilante religión de nuestro tiempo. Una combinación poco feliz, pues todo lo natural se mantiene férreamente en mínimos, mientras la tecnología, por ahora, está muy lejos de la austeridad.
Para el mercadeo, se crean conceptos atractivos como "riego por exudación", "compostaje", que chocan con el costo y mantenimiento de los materiales utilizados (desde los conductos hasta el equipo de control del riego), y con los 20 € mensuales de alquiler de las parcelas. Un negocio para el ayuntamiento, que deja de mantener gratuitamente una buena porción de sus zonas verdes.
Si la iniciativa tiene éxito, el inconsciente e irresponsable "afán recaudatorio" puede suponer el fin de los huertos de iniciativa privada, que han sido y serán siempre los realmente "ecológicos".
Lo "auténticamente ecológico" es, por esencia, económico. Y un huerto sólo lo es si se mantiene en los más estrictos mínimos economicos, que implican el reciclaje de todo tipo de materiales (bidones, somieres, estiércol, etc.) Pero eso suena a pobreza; algo demasiado próximo a la miseria, de la que necesitamos sentirnos lo más alejados posible. Así que ningún político ha podido rentabilizar ese "producto" hasta que no le fue incorporada la tecnología, rutilante religión de nuestro tiempo. Una combinación poco feliz, pues todo lo natural se mantiene férreamente en mínimos, mientras la tecnología, por ahora, está muy lejos de la austeridad.
Para el mercadeo, se crean conceptos atractivos como "riego por exudación", "compostaje", que chocan con el costo y mantenimiento de los materiales utilizados (desde los conductos hasta el equipo de control del riego), y con los 20 € mensuales de alquiler de las parcelas. Un negocio para el ayuntamiento, que deja de mantener gratuitamente una buena porción de sus zonas verdes.
Si la iniciativa tiene éxito, el inconsciente e irresponsable "afán recaudatorio" puede suponer el fin de los huertos de iniciativa privada, que han sido y serán siempre los realmente "ecológicos".
No hay comentarios:
Publicar un comentario