Con el paso de los años
aumentan los jueces que te condenan;
con el paso de los años conversas con menos voces,
miras el sol con otros ojos;
sabes que aquellos que quedaron jugaban contigo,
delirio de la carne, danza arrebatadora
que culmina en desnudez.
Igual que brillaban de improviso en la noche, al volver
por el camino desierto, los ojos de un animal
y al instante desaparecen, así sientes tus ojos.
Miras al sol para hundirte luego en la tiniebla.
La túnica doria,
con la ortografía de pliegues que suscita el acto de
tus dedos,
es una estatua bañada de luz pero con la cabeza en
tinieblas.
Y aquellos que dejaron la palestra para empuñar los
arcos
e hirieron al voluntarioso corredor de maratón
- él vio la pista anegada de sangre
y marchitarse los jardines de la victoria-
los está viendo en el sol, detrás del sol.
Y los muchachos que desde el bauprés se zambullían
todavía caen como husos en un contínuo hilar,
cuerpos desnudos hundiéndose en la luz negra
con una moneda entre los dientes, aún así siguen nadando
mientras con agujas de oro el sol remienda
velámenes, húmedos maderos y colores de mar abierto;
todavía ahora bajan oblicuos
hacia las piedras del fondo,
lécitos blancos.
Luz angelical y negra,
risa del oleaje en los caminos de la mar,
risa con llanto
el anciano suplicante te contempla
presto a franquear los umbrales invisibles,
reflejada en su propia sangre
que engendró a Eteocles y Polinices.
Día angelical y negro,
el gusto acre de la mujer que envenena al prisionero
surge de las olas, rama jugosa recamada de gotas.
Canta, pequeña Antígona, canta, canta...
no te hablo del pasado, hablo de amor:
adereza tu cabello con las espinas del sol,
muchacha taciturna.
El corazón de Escorpio ha declinado,
el tirano que habita en el hombre ha huido
y todas las hijas del mar, Nereidas, Greas
acuden al destello de Anadiomene:
mañana amará quien nunca amó,
a plena luz;
y tú te encuentras
en una casa amplia con muchas ventanas abiertas,corriendo de alcoba en alcoba, sin saber adónde mirar
primero,
porque huirán los pinos, el reflejo de los montes y
el gorjeo de los pájaros,
la mar, vidrio molido, se vaciará al soplo del Bóreas
y Noto,
se vaciarán de luz tus ojos
como callan de golpe y a un tiempo las cigarras.
Poros, "Serenidad", 31 de octubre 1946.
Yorgos Seferis/ Pedro Bádenas de la Peña
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