¡Oh, inmortal Afrodita, de cincelado trono, astuta hija de Zeus!, te suplico: no domes con aflicciones ni disgustos, oh Señora, mi alma. Al contrario, ven aquí si ya en otra ocasión oyendo desde lejos mis palabras, me escuchaste, y abandonando la aúrea morada de tu padre, viniste, tras uncir un carro. Y te llevaron hermosos gorriones rápidos en torno a la negra tierra, agitando sus tupidas alas, desde el cielo, a través del éter. y al instante llegaban y tú, bienaventurada, tras dibujar una sonrisa en tu rostro inmortal, preguntabas qué me había pasado entonces y por qué de nuevo yo te llamo, y qué deseo sobre todo que me ocurra en mi alma enloquecida. "¿A quién de nuevo convierto ........... ........... a tu amor?, ¿quién, Sara, te daña? Pues si te huye, rápido te perseguirá, si regalos no acepta, los dará, y si no ama, rápido amará, aunque no quiera." Ven a mí también ahora y líbrame del pesado tormento, y cuanto mi alma desea, cúmplemelo, hazlo, sé tú misma mi aliada en la lucha.
Safo de Lesbos
(Poema encontrado, junto a su original griego, aquí)