11.1.10

LA PUNTA



La punta de San Nicolás de Ugarte de Sestao. Al otro lado del río Galindo, el Desierto de Barakaldo, y al fondo, el circo en el que se encuentra el Desierto de Erandio.

Bajamos por la gran vía hasta la curva y allí giramos a la derecha, camino de Simondrogas. La calle está cortada para los coches desde que demolieron dos casas y con ellas los muros que soportaban el terreno. Pocos son los que se aventuran por aquí camino de la Punta o de Bagaza. Solamente queda un edificio de vecinos en pie y en aparente buen estado, en cuya fachada se lee "calle de la Vega Nueva". El resto son pabellones industriales decrépitos que un día de fiesta no se sabe si continúan funcionando. Cruzamos bajo un puente metálico en desuso y aparecimos a orillas del río Galindo, en el lugar desde el que está tomada la foto de arriba. El paisaje ha cambiado algo, pero todavía es reconocible. Faltan la iglesia y las viviendas, así como los edificios del otro lado del río, cuyo cauce se ha vaciado de lodo. Pero el ambiente sigue siendo el mismo: suburbial, industrial, sin árboles, bancos, farolas, ni papeleras...

El cauce del río Galindo es muy ancho, sorprendentemente ancho para su caudal. Y esto es así porque en algún momento el río Nervión pasó por él, antes de que su corriente y la blandura de los esquistos le permitieran acortar y discurrir por su cauce actual. Testimonio de aquel antiguo y zigzagueante recorrido son la misma punta de Sestao y el circo en el que se encuentra el Desierto de Erandio. Después de que la corriente abandonara el primitivo cauce, solamente desaguaban por él los pequeños ríos Galindo y Ballonti, además de las mareas, por lo que toda la zona fue acumulando lodo y se convirtió en una marisma de aguas estancadas en las que proliferaban los mosquitos y con ellos enfermedades como el cólera. Y llegaron las industrias, y con ellas el dinero suficiente para canalizar los cauces y rellenar las marismas, y para construir hospitales en los que combatir esas enfermedades. Y después aún llegó más dinero para construir centros comerciales, la nueva feria de muestras; para urbanizar las orillas, pavimentar viales y crear caminos para bicicletas. Y así unas cosas se fueron superponiendo sobre otras y la memoria se borró, aunque no del todo, porque todavía desde el aire es posible comprender aquel pasado remoto.

6 comentarios:

Nómada planetario dijo...

Curisa toda la historia que gira en torno al cauce del río. El Guadalhorce por estos lares tuvo que se partido en dos brazos, ya que el primitivo se desbordaba en más de una ocasión. Situación que no constituye noveda, los fenicios ya padecieron riadas de órdago, en buena medida por la deforestación realizada cuenca arriba.
Saludos desde una noche con frío a cuchillo.

Glo dijo...

Cada río (esa metáfora de la vida) tiene su historia. Y la nuestra va unida a las corrientes fluviales, lo queramos o no, aunque hubiéramos nacido en lo más profundo del Teneré y no conociéramos otra corriente que la de la sangre por nuestras venas. Desde el prehistórico San Lorenzo, que probablemente modificó el clima del planeta sin nosotros percibirlo (quizá porque el Imperio necesita hacerse un lugar en la Historia que ésta le había negado), hasta el más ilustre, que es el Nilo, "origen de todo".

Lena yau dijo...

Un beso de regreso, Glo...

La foto...es increíble.

Buen año!

Glo dijo...

Un fuerte abrazo de bienvenida, Lena.

Mertxe dijo...

Buena lectura para el buen cafecito que me estoy tomando.

Glo dijo...

Gracias, Mertxe.