Cada vez que me toca trabajar en Cantabria se me pone una nube negra encima, que empieza a tronar, a llover y a soltar rayos. Y es que, por algún motivo que desconozco, la administración pública actúa con lenidad en el tema de las direcciones postales, despreocupándose de su competencia, que es la de poner un poco de orden, seguida de la de crear algún medio de divulgar esa información, como un callejero. Si a esto sumamos la ausencia de carteles indicadores, e incluso de números, el panorama se oscurece para los que llegamos de fuera.
La gente no sabe dónde vive y eso es un mal comienzo. Si además tenemos en cuenta la discreción que suele reclamar quien reside en núcleos pequeños, el resultado es que se encuentra uno entre la espada y la pared: sin poder consultar un mal callejero, y sin poder preguntar a los lugareños, que no sabiendo la dirección de su propia casa, con dificultad ayudan a encontrar la de un vecino. Lo que sí hacen es preguntar a quién se busca, indiscreción en la que, como he dicho, le piden a uno que no caiga.
Los remedios a estas carencias son variopintos. Que le vengan a buscar a uno "a la parada de autobús que hay junto al bar de fulanito" es el más socorrido y eficaz. Otro es la descripción del camino de llegada, pero suele resultar no poco problemático por todo aquello que el informante da por supuesto y por tanto omite, y lo que el uso cotidiano ha deformado en su mente. Así, por ejemplo, cuando a uno le dicen que tal lugar se encuentra "según se llega, a la derecha", lo primero que uno se pregunta es, ironizando un poco, si es según se llega desde Vladivostok.
La gente no sabe dónde vive y eso es un mal comienzo. Si además tenemos en cuenta la discreción que suele reclamar quien reside en núcleos pequeños, el resultado es que se encuentra uno entre la espada y la pared: sin poder consultar un mal callejero, y sin poder preguntar a los lugareños, que no sabiendo la dirección de su propia casa, con dificultad ayudan a encontrar la de un vecino. Lo que sí hacen es preguntar a quién se busca, indiscreción en la que, como he dicho, le piden a uno que no caiga.
Los remedios a estas carencias son variopintos. Que le vengan a buscar a uno "a la parada de autobús que hay junto al bar de fulanito" es el más socorrido y eficaz. Otro es la descripción del camino de llegada, pero suele resultar no poco problemático por todo aquello que el informante da por supuesto y por tanto omite, y lo que el uso cotidiano ha deformado en su mente. Así, por ejemplo, cuando a uno le dicen que tal lugar se encuentra "según se llega, a la derecha", lo primero que uno se pregunta es, ironizando un poco, si es según se llega desde Vladivostok.
8 comentarios:
Lo de los códigos postales es curioso. No hay forma de dar con una guía en condiciones, tienes toda la razón. Otro asunto llamativo es la deplorable señalización que reina en el país, en especial en las carreteras. Yo creo que tiene que ver con la mentalidad pueblerina de para qué vamos a señalizar si aquí nos lo conocemos todo a la perfección. Y al de fuera que le vayan dando.
No quiero pensar que se trate de la ancestral fobia a las letras...
El problema tiene una calado mayor, ya que, al menos en los municipios cántabros en los que yo me muevo, la administración pública ha estado recaudando impuestos procedentes de las licencias de construcción sin invertir esos beneficios en el acondicionamiento de los accesos a las nuevas urbanizaciones. El resultado es, aparte de un caos de direcciones, una red viaria deficiente por completo.
Pues menudo panorama, amigo mío... Por aquí también se las traen, no creas. Hay calles sin rótulo, rótulos minúsculos cuando no directamente ilegibles, o calles que nacen en la montaña y terminan en el mar y una, que aún tiene ciertas reservas de confianza en los poderes municipales, les supone el nombre allá en la cumbre. En fin, que esto es como una pandemia nacional por lo que veo.
Saluditos desde un Mediterráneo dubitativo. Aye hubo tormenta, hoy se presiente porque el azul se va llenando de blancas, gaseosas presencias. (Jolines que día tengo...)
Un gran abrazo, Mertxe.
Encima en los pueblos del Sur el personal se conoce más por los motes que por los apellidos, para solucionar el problema en Villanueva del Trabuco, un individuo creó una guía telefónica basada en los alias del personal, con el permiso de éstos claro está.
Ahora todo funciona con más agilidad.
Saludos.
En ese caso, nómada, el problema es todavía mayor, aunque preguntando se llega a Roma.
Enterándome de cómo se apañan ustedes con las direcciones, por tanto del destino de sus andares, entiendo de donde sale esto que resulta casi una hostilidad en mi país: la señalética, sea por lo ambigua, por lo escasa o simplemente por lo inexistente. Durante mis años de estudiante universitario fui cartero ad honorem –mi paga era el aporte de carácter casi voluntario del destinatario-. La verdad es que muchos fueron días infaustos, no por las caminatas, sino por la señaletica. Dar con un destinatario, era un triunfo. Todo ello agravado por la manía que tenemos los chilenos de criar perros poco amigables y muchas veces dueños de las calles, la caligrafía del remitente definitivamente ilegible y el estado lamentable de muchas de las calles de entonces. Entonces, como por estos lados poco o nada sabemos de la existencia de Vladivostock, todo se lo cargamos a la ‘Madre Patria’... por la 'conchesumadre'
Me ha gustado mucho tu comentario, Mario. Ya se ve que me quejo de vicio.
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