"Menuet" de "Le Tombeau de Couperin", de Maurice Ravel.
El valle de la Sakana, o de la Barranca, se encuentra entre las sierras de Aralar, al Norte, y las de Urbasa y Andía, al Sur. Es el corredor natural de comunicación entre Pamplona y Vitoria. Por él paso frecuentemente, y he podido comprobar que todos los meteoros se dan allí con especial violencia: los cegadores soles de mañana y de tarde, las nevadas, el viento, la lluvia... Son, quizá, el contrapunto a su belleza visual. Pero hasta ayer no había sufrido en carne propia una tormenta como la que se detuvo entre aquellas montañas.
En Salvatierra comenzamos a observar los relámpagos entre las nubes que ocultaban las cimas y yo entonces situé la tormenta sobre Tierra Estella. Pero al embocar el valle, cerca ya del puerto de Opakua, comenzaron a caer gruesas gotas y el resplandor de los rayos nos envolvió. A la altura de Alsasua la lluvia era tan densa que empezó a formar charcos y tuvimos que reducir la velocidad. Iba tarareando la banda sonora de "psicosis" para mis adentros, sintiéndome Janet Leigh mientras conducía bajo la lluvia torrencial. Por suerte para nosotros, los relámpagos iluminaban el paisaje constantemente.
A media Barranca la lluvia cesó por completo, dejando un cielo transparente en el que flotaban algunas nubes extrañas. Poco antes de llegar a Irurzun, una patrulla de la Guardia Civil nos indicó que condujéramos por uno de los dos carriles. Pronto vimos que el motivo no era un accidente, sino que la otra mitad de la calzada estaba cubierta de granizo hasta blanquear. Había algunos coches en el arcén que habían sido acribillados por el hielo. Otros habían conseguido refugiarse bajo los puentes.
En Pamplona las aceras no estaban ni húmedas, pero a nuestro regreso, todo el horizonte, desde el Oeste hasta el Sur, seguía cubierto por una nube continua y negrísima iluminada por descargas eléctricas. Para nuestra sopresa, porque esperábamos que se hubiera movido, la tormenta seguía en la Barranca, pero tuvimos la suerte de que no cayó granizo. Para completar el bonito viaje, encontramos niebla densa en Barazar hasta medio puerto.
El valle de la Sakana, o de la Barranca, se encuentra entre las sierras de Aralar, al Norte, y las de Urbasa y Andía, al Sur. Es el corredor natural de comunicación entre Pamplona y Vitoria. Por él paso frecuentemente, y he podido comprobar que todos los meteoros se dan allí con especial violencia: los cegadores soles de mañana y de tarde, las nevadas, el viento, la lluvia... Son, quizá, el contrapunto a su belleza visual. Pero hasta ayer no había sufrido en carne propia una tormenta como la que se detuvo entre aquellas montañas.
En Salvatierra comenzamos a observar los relámpagos entre las nubes que ocultaban las cimas y yo entonces situé la tormenta sobre Tierra Estella. Pero al embocar el valle, cerca ya del puerto de Opakua, comenzaron a caer gruesas gotas y el resplandor de los rayos nos envolvió. A la altura de Alsasua la lluvia era tan densa que empezó a formar charcos y tuvimos que reducir la velocidad. Iba tarareando la banda sonora de "psicosis" para mis adentros, sintiéndome Janet Leigh mientras conducía bajo la lluvia torrencial. Por suerte para nosotros, los relámpagos iluminaban el paisaje constantemente.
A media Barranca la lluvia cesó por completo, dejando un cielo transparente en el que flotaban algunas nubes extrañas. Poco antes de llegar a Irurzun, una patrulla de la Guardia Civil nos indicó que condujéramos por uno de los dos carriles. Pronto vimos que el motivo no era un accidente, sino que la otra mitad de la calzada estaba cubierta de granizo hasta blanquear. Había algunos coches en el arcén que habían sido acribillados por el hielo. Otros habían conseguido refugiarse bajo los puentes.
En Pamplona las aceras no estaban ni húmedas, pero a nuestro regreso, todo el horizonte, desde el Oeste hasta el Sur, seguía cubierto por una nube continua y negrísima iluminada por descargas eléctricas. Para nuestra sopresa, porque esperábamos que se hubiera movido, la tormenta seguía en la Barranca, pero tuvimos la suerte de que no cayó granizo. Para completar el bonito viaje, encontramos niebla densa en Barazar hasta medio puerto.
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