23.1.11

TARDE DE UN DOMINGO INVERNAL

La casa de los parientes está caliente. Como para estar en taparrabos. Los niños van de un lado a otro, totalmente aburridos. Ven la tele, participan sin ganas en un juego familiar, y finalmente, lloran. Nunca me han gustado las tardes de los domingos de invierno en casa. No son tediosas: son el tedio mismo.

Me desazonaba ese anuncio, de la época aquella del "gastad, malditos, gastad", en el que un niño en pijama miraba desde su cuarto caliente cómo nevaba fuera. El ángel del Señor no expulsó del Paraíso a Adán y a Eva: se marcharon ellos, hastiados, buscando un poco de aire fresco.

2 comentarios:

Mertxe dijo...

Todavía soy a capaz de recordar tardes así... conmigo de protagonista, también llorando de aburrimiento, también deseando huir del paraíso.

Glo dijo...

Yo suelo tener que viajar, por obligación, los domingos por la tarde, y no sabes cómo lo agradezco.

Gracias por tu visita, Mertxe. Es siempre agradable tenerte por aquí.