No sé si este suceso es muy conocido fuera de este ámbito geográfico, pero cuando Eroski abrió su centro comercial en Valle Real, Santander, en la fachada pusieron las siguientes palabras de bienvenida: "VENDRÁS PORQUE MATAMOS LOS PRECIOS". Todavía hoy me sorprenden por su osadía. Que yo sepa, el hecho no tuvo ninguna repercusión en los medios.
La fuerte hostilidad que existe en Cantabria hacia el País Vasco es algo que se precibe en la calle, en las instituciones, en los medios. Estos últimos mantienen un tono siempre agresivo que hace sospechar que ese estado de cosas les conviene. Igual que a los políticos. Las conversaciones de café, al calor de los comentarios de los informativos, son siempre hirientes por su falta de objetividad. Se habla de oídas de realidades que no se conocen y con opiniones adoptadas, en un castellano agresivo. Solamente he encontrado una agresividad similar en los radicales independentistas vascos. Y es que la "frontera" es bien poca cosa: hay continuidad de paisaje, de clima, y también de barbarie.
El otro día tuve que ir a Laredo. Entré en un café cualquiera. En la televisión se hablaba del encarcelamiento de unos etarras. Una mujer sudamericana, en tono agresivo, criticaba lo pronto que volvían a estar en libertad, y que lo peor era que en la cárcel vivían como reyes; que ella les tendría a pan y agua. Lástima que en ese momento no se me ocurrió decirle que la suya era la mejor opinión, pues parecía conocer de primera mano cómo se vive en una prisión. El camarero puso su granito de arena diciendo que él conocía a uno que había estado en Bilbao, y que allí no se podía hablar de esos temas. Me levanté con el café sin terminar y me acerqué a la barra. Debía notárseme el ánimo porque el hombre me miró con ojos como platos y me preguntó si estaba malo. "Es un café excelente", de dije, "pero en Bilbao y aquí se puede hablar de las mismas cosas". Intentó matizar que se refería a "ciertos ambientes". No quise decirle que debía ser el mismo que se respiraba allí. Probablemente la señora tampoco habría comprendido que lo que veía en la tele era consecuencia de lo mismo que le sucedía a ella y a muchos otros "conversos", que se sienten obligados a ser más papistas que el Papa.
La fuerte hostilidad que existe en Cantabria hacia el País Vasco es algo que se precibe en la calle, en las instituciones, en los medios. Estos últimos mantienen un tono siempre agresivo que hace sospechar que ese estado de cosas les conviene. Igual que a los políticos. Las conversaciones de café, al calor de los comentarios de los informativos, son siempre hirientes por su falta de objetividad. Se habla de oídas de realidades que no se conocen y con opiniones adoptadas, en un castellano agresivo. Solamente he encontrado una agresividad similar en los radicales independentistas vascos. Y es que la "frontera" es bien poca cosa: hay continuidad de paisaje, de clima, y también de barbarie.
El otro día tuve que ir a Laredo. Entré en un café cualquiera. En la televisión se hablaba del encarcelamiento de unos etarras. Una mujer sudamericana, en tono agresivo, criticaba lo pronto que volvían a estar en libertad, y que lo peor era que en la cárcel vivían como reyes; que ella les tendría a pan y agua. Lástima que en ese momento no se me ocurrió decirle que la suya era la mejor opinión, pues parecía conocer de primera mano cómo se vive en una prisión. El camarero puso su granito de arena diciendo que él conocía a uno que había estado en Bilbao, y que allí no se podía hablar de esos temas. Me levanté con el café sin terminar y me acerqué a la barra. Debía notárseme el ánimo porque el hombre me miró con ojos como platos y me preguntó si estaba malo. "Es un café excelente", de dije, "pero en Bilbao y aquí se puede hablar de las mismas cosas". Intentó matizar que se refería a "ciertos ambientes". No quise decirle que debía ser el mismo que se respiraba allí. Probablemente la señora tampoco habría comprendido que lo que veía en la tele era consecuencia de lo mismo que le sucedía a ella y a muchos otros "conversos", que se sienten obligados a ser más papistas que el Papa.
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