1/02/2012

VASO DE ZOLINA (IDA Y VUELTA)

Puede parecer increíble, pero he tardado veinte años en encontrar este lugar. La primera vez que llegué a Zolina, caminando desde Pamplona, no di con la balsa, grande como es, porque no la vi desde lo más alto del otero en el que se encuentra el pueblo. Es la magia de esta geografía suavemente ondulada. Y entonces, como ahora, no había un alma a quien preguntar. Después he vuelto muchas veces, todas con el mismo propósito, pero una razón u otra me impidieron llegar, como si de un relato Borgiano o surrealista se tratara.





























Hice esta visita el 31 de diciembre. No hacía frío, pero sí había una gran soledad, que es casi lo mismo. Si en lugar de Zolina, hubiera estado en Marte, no me habría encontrado más solo.




























Tras la última curva del camino amarillento desapareció el rumor de la carretera. Lo primero que sentí al coronar el dique y descubrir la balsa fue el chillido de una gaviota y su blancura sobre el fondo gris. Le siguió el torpe aleteo de un pato. Después, el silencio. Tras un momento, una vez habituado, descubrí en ese silencio el lejano tronar de los motores de los aviones invisibles que cruzaban el cielo, altísimos.










El tiempo devastador ha hecho desaparecer la vigilancia, las vallas, y los carteles de advertencia. Así, a la desolación de este lugar se une lo inquietante de sus peligros. Las aguas calmas de los pantanos esconden fuertes corrientes, así como estacas, alambres, y otros objetos de antes de su construcción. También hay que tener mucho ciudado si se camina por el dique, pues tiene una fuerte pendiente y se puede resbalar hasta el agua. Esto es muy peligroso, pues lo que espera al final no es solamente agua. La tierra es muy arcillosa y puede uno hundirse profundamente en el lodo, resultando después difícil salir.





























Esta visita me hizo recordar la obra "cantos del desierto", de Richard Misrach, que me causó una profunda impresión. Este fotógrafo californiano se propuso revalorizar el desierto, reivindicándolo como un lugar estimable por su belleza, para sacarlo del triste papel de basurero que ha tenido históricamente, especialmente en su país.

2 comentarios:

Nómada planetario dijo...

La verdad es que las imágenes transmiten la sensación de una desolación profunda, encima con esa niebla que parece puesta por el director de una peli de novela negra,
Feliz 2012.

Glo dijo...

No conozco un lugar más a propósito para un ermitaño.

Feliz año, Nómada. Al menos en mi caso, todo lo que deseo es que no se me lleve por delante.