15.2.12

IL COMISSARIO MONTALBANO












Me gustan dos cosas de "Il comissario Montalbano":

- La primera, que los paisajes urbanos aparecen sin gente, algo impensable en Italia, donde, además de vivirse en la calle, el turismo es tan importante. Produce una extrañeza surrealista, muy italiana, que hace pensar, por ejemplo, en los cuadros de De Chirico.

- La segunda tiene que ver con el público. En toda película existe el público espectador, y puede existir un público de ficción, que es la sociedad en la que se encuentran los personajes. En las películas policíacas estadounidenses, por ejemplo, se rinde cuentas sistemáticamente a la sociedad de ficción, aunque a estas alturas de la historia del cine, esto suele darse por supuesto y omitirse (elipsis). En la serie de Montalbano, los acontecimientos se ponen en claro ante el público espectador, pero quedan muchas veces ocultos al público de ficción. Esto resulta especialmente grato, porque añade verosimilitud y humanidad. El personaje omnisciente de Montalbano descubre para sí la verdad, pero comunicar ese conocimiento a otros le resulta difícil. Por suerte (a mí personalmente no me gusta este recurso) Montalbano no nos cuenta lo que piensa mediante una voz en off. Descartado, como decimos, este recurso, son contadas las ocasiones en las que un amiguete periodista hace público lo sucedido, generalmente de una manera sesgada. Otras veces, el asunto pasa a instancias superiores, que no se sabe lo que harán con él. En otras, son sus colaboradores, o una persona de mucha confianza, los únicos a quienes hace sus revelaciones. Pero, la mayoría de las veces, son los propios implicados los que reciben la explicación, quedando la comunicación reducida a ese ámbito mínimo. El paso que da la información de la mente del comisario a su sociedad gana así en riqueza y complejidad, y supone uno de sus atractivos a la serie.

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