Curzio Malaparte nos ofreció una buena metáfora en su libro "la piel": un hombre acude a un desfile aliado tras la toma de una localidad italiana durante la Segunda Guerra Mundial, con tan mala suerte que la muchedumbre le hace caer en la calzada, donde es aplastado por un tanque que deja sus restos impresos en el pavimento. De ahí el título de la novela.
El panegírico de más arriba debe ser leído entre líneas: la que nos espera si el sistema (judicial, periodístico, la opinión pública...) se fija en nosotros. No es fácil saber de quién (demandante o demandado) será la sangre con la que se sacie el imparable monstruo. Quizá con la de ambos. En cualquier caso, la justicia continuará existiendo sólo en nuestra imaginación.
2 comentarios:
Tal como van las cosas yo diría que todos andamos más o menos aplastados. Nos roban y no pasa nada (nadie devuelve un duro); nos engañ, y tampoco. Siempre estamos pagando (somos, más que personas, bolsillo abierto al depredador); y ahora esto. Esto es ya el súmmum del latrocinio y la desvergüenza. Y que conste que tengo muy presente la propiedad intelectual. Hemos llegado a un punto en que, cuando le prestemo un CD a alguien y se enteren en Hacienda, tacatún, entendiendo por esa onomatopeya un "paga, paga y paga, maldito".
En este caso "la máquina" ha sido puesta en marcha por un particular y, por desgracia, no puede pararse hasta que alguien sea aplastado y vejado.
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