Los políticos proponen y la gente disponemos. Cada uno tiene su papel en la comedia, porque aunque es cierto que el Estado tiene un papel fundamental como incitador de brutalidades, no menos cierto es que, después, nosotros no solamente acatamos, sino que ponemos maliciosamente de nuestra parte.
Así, me cuentan los que se acuerdan de vivirlo (no los que inventan los recuerdos), que el castellano era el idioma de prestigio entre la gente. Entre la gente de Cataluña, de Galicia, del País Vasco, de Andalucía... Y quienes no lo hablaban eran llamados por sus propios vecinos (no por extraños) pueblerinos, payeses, aldeanos... Después todo eso se pierde en el negro abismo del olvido, igual que el tiempo que hizo el año pasado, y la gente se rasga las vestiduras porque "le quitaron de hablar" su querida lengua. Ya no recuerdan, ni quieren recordar, que si no la saben es porque sus padres, y ellos mismos, se avergonzaban de hablarla.
Hoy el idioma sigue siendo un arma con la que abrir la cabeza al vecino. Por una parte, no puede uno encontrar trabajo como funcionario en el pueblo en el que ha nacido porque no habla euskera, a pesar de que nadie lo habla, ni nunca se ha hablado (los más ancianos dicen que jamás oyeron hablar esa lengua en las Encartaciones). También podemos observar el triste caso del pobre Maldonado, tratando de "domar", con éxito irregular, su andaluz ante las cámaras.
... Y por otro lado, nos sentimos ajenos por completo a toda herencia lingüística distinta de la nuestra, como si no nos perteneciera. Así podemos probar a abrir una academia de euskera en Santander, por poner un buen ejemplo de fracaso asegurado.
4 comentarios:
Fíjate qué historia te voy a contar. Viene a contrapelo de lo que dices, que reconozco cierto, ciertísimo, pero que resultó ser también verdad y nada infrecuente. Mis abuelos maternos eran castellano. Muy jóvenes aterrizaron en Rente y se pusieron a trabajar para dar de comer a sus hijos. Mi abuelo entró La Papelera Española, llena a rebosar de esos campesinos -casheros- que ya no podían con un caserío improductivo. Aprendió el vasco, como el resto de su familia. Yo misma, en el barrio, lo practicaba con toda soltura mezclado con el castellano. Pero lo malo vino con mi generación y la siguiente. En el trabajo y en los estudios el vasco desapareció y no por imposición política alguna, simplemente la gente se olvidó de él. Después... ya conoces la historia. Llegan los de siempre (los hay en todas partes) y si tienen que usar de una lengua como arma para agredir al enemigo y/o justificar sus locuras con el RH, pues adelante, adelante que ancha es Castilla, cuando toca Castilla, y los demás territorios (¡¿históricos?!, incluido el felpudo de nuestra casa.
Después ya conoces la historia. Y aquí estamos, aquí estamo
Siempre hay excepciones, pero el castellano era una lengua "elegante" y hablarlo estaba de moda y era "lo que le hacía ilusión" a todo el mundo.
Anie Ernaux, precisamente, deja bien claro que en Francia sucedió lo mismo, aunque allí las lenguas eran el francés oficial y los "dialectos". Ella asociaba el "dialecto" con todo el universo "indigno" de sus ascendientes.
El actual euskera es el resultado político de poner a unos lingüistas a recopilar las siete variedades dialectales (muy diversas entre sí) de la lengua originaria. Hicieron un "producto" a medida de quienes hicieron el encargo. Pregunta a los catedráticos de lengua y verás como es así.
Un abrazo.
El de las lenguas peninsulares es un asunto bien complejo y delicado. En lo que a legislación se refiere, parece un tejado: no hay manera de arreglarlo por un lado sin estropearlo por otro.
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