Leonel de Sousa fue el artífice del acuerdo que permitió la fundación de Macau a mediados del siglo XVI.
Los portugueses fueron los primeros europeos en llegar a extremo oriente, donde rápidamente se hicieron con el lucrativo papel de mediadores entre la hermética China y Japón, gracias al fácil acceso que tenían, en el camino desde Europa, a especias como la pimienta.
El viaje entre China y Japón no requería mucho tiempo, pero estaba condicionado por los monzones, que obligaban a prolongadas esperas, para las que se hacía necesario contar con un puerto seguro en el que tuvieran permiso para permanecer.
Los tanteos anteriores de los portugueses a los chinos, no resultaron fructíferos. Entre otras cosas, porque ambas culturas no se entendían mutuamente en absoluto. Si bien particulares portugueses ya comerciaban (y pirateaban) por su cuenta y riesgo, desde hacía tiempo. Pero el Estado quería controlar ese comercio, en la medida de lo posible, para obtener su parte de beneficio.
Lionel de Sousa consiguió permiso de los mandarines cantoneses para comerciar en las islas de la desembocadura del río de las Perlas, a cambio de un 10% del importe de las transacciones.
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