Repongo esta entrada dedicada a Jaroslav Hasek y su valeroso soldado Schwejk:
"... Hace años en el mercado de Budweis mataron a un comerciante de ganados en una pequeña disputa, a un tal Bratislav Ludwig. Cuando su hijo Bohuslav iba a vender sus cerdos nadie se los quería comprar y todos decían: “Éste es el hijo de aquel que apuñalaron. Seguro que también es un redomado pícaro.” Tuvo que echarse al Moldava desde el puente de Krummau, hubo que sacarle el agua del cuerpo y entregó su espíritu en brazos del médico que le dio no sé qué inyección..."
...
"... Sí, un momento de placer como el que usted se ha permitido se paga caro. Y ¿tienen su esposa y sus hijos de qué vivir mientras esté usted en la cárcel o tendrá ella que pedir limosna y los niños aprender diversos vicios?..."
...
"... —¡Ajá, reuma! —le dijo a Schwejk—. Entonces tiene usted una enfermedad extremadamente grave. Es una verdadera casualidad tener reuma cuando acaba de estallar una guerra mundial y hay que ir al frente. Supongo que debe disgustarle muchísimo.
—Me disgusta muchísimo, doctor.
—¡Fíjate, le disgusta! Es muy bonito por su parte que se haya acordado de su reumatismo precisamente ahora. En tiempos de paz un pobre diablo como ése corre como un corzo, pero en cuanto estalla la guerra en seguida tiene reuma y le fallan las rodillas. ¿Le duelen las rodillas?
—A sus órdenes. Sí.
—Y no puede dormir en toda la noche, ¿verdad? El reuma es una enfermedad muy peligrosa, dolorosa y grave. Aquí ya hemos pasado muchas experiencias con reumáticos. La dieta absoluta y el resto de nuestro tratamiento han dado muy buenos resultados. Aquí se curará antes que en Pystian y marchará al frente con tan grandes energías que detrás suyo se levantarán remolinos de polvo.
Dirigiéndose al suboficial de sanidad dijo:
—Escriba: Schwejk, dieta completa. Dos veces al día vaciado de estómago; una lavativa diaria. Ya veremos cómo sigue. Mientras tanto llévele a la sala de consulta, vacíele el estómago y cuando vuelva en sí póngale una lavativa, pero una buena, que llame a todos los santos para que su reuma se asuste y escape.
Entonces se dirigió a las demás camas y pronunció un discurso lleno de hermosas y razonables sentencias:
—No creáis que estáis delante de un imbécil que deja que le den gato por liebre. A mí vuestra conducta no me afecta. Sé que todos vosotros sois farsantes que queréis desertar del ejército y os trato como a tales. Por mi lado ya han pasado cientos y cientos de soldados como vosotros. En estas camas ha habido montones de hombres a los que lo único que les pasaba era que les faltaba espíritu guerrero. Mientras sus camaradas luchaban en el campo creyeron que podían tumbarse en la cama, estar a régimen y esperar a que la guerra hubiera terminado. Pero se equivocaron, y también vosotros quedaréis defraudados. Aun cuando hayan pasado ya veinte años, os despertaréis gritando cuando soñéis cómo habéis simulado conmigo.
—Doctor —se oyó suavemente desde una cama junto a la ventana—. Ya estoy bien. Por la noche he notado que se me había pasado aquella tos asfixiante.
—¿Se llama?
—Kowarik. Tienen que ponerme una lavativa.
—Bien, la lavativa se la pondrán inmediatamente —decidió el doctor Grünstein— para que no diga que aquí le hemos tratado mal. Bien, y ahora todos los enfermos a los que he nombrado que sigan al suboficial para recibir cada cual lo que le corresponde.
Y cada cual recibió su buena dosis, como se les había prescrito.
Y mientras que algunos hicieron cuanto pudieron por influir con ruegos y amenazas en los realizadores de las órdenes médicas diciéndoles que ellos, los pacientes, también podrían ir a sanidad y que sus atormentadores podrían tal vez caer algún día en sus manos, Schwejk se comportó valientemente.
—No me trates con cuidado —le pidió al esbirro que le daba la lavativa—. Piensa en tu juramento. Aunque estuvieran echados aquí tu padre o tu propio hermano dales la lavativa sin parpadear, Piensa que Austria descansa en estas lavativas y que la victoria es nuestra..."
Fragmentos de "Las aventuras del valeroso soldado Schwejk", de Jaroslav Hasek.
"... Hace años en el mercado de Budweis mataron a un comerciante de ganados en una pequeña disputa, a un tal Bratislav Ludwig. Cuando su hijo Bohuslav iba a vender sus cerdos nadie se los quería comprar y todos decían: “Éste es el hijo de aquel que apuñalaron. Seguro que también es un redomado pícaro.” Tuvo que echarse al Moldava desde el puente de Krummau, hubo que sacarle el agua del cuerpo y entregó su espíritu en brazos del médico que le dio no sé qué inyección..."
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"... Sí, un momento de placer como el que usted se ha permitido se paga caro. Y ¿tienen su esposa y sus hijos de qué vivir mientras esté usted en la cárcel o tendrá ella que pedir limosna y los niños aprender diversos vicios?..."
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"... —¡Ajá, reuma! —le dijo a Schwejk—. Entonces tiene usted una enfermedad extremadamente grave. Es una verdadera casualidad tener reuma cuando acaba de estallar una guerra mundial y hay que ir al frente. Supongo que debe disgustarle muchísimo.
—Me disgusta muchísimo, doctor.
—¡Fíjate, le disgusta! Es muy bonito por su parte que se haya acordado de su reumatismo precisamente ahora. En tiempos de paz un pobre diablo como ése corre como un corzo, pero en cuanto estalla la guerra en seguida tiene reuma y le fallan las rodillas. ¿Le duelen las rodillas?
—A sus órdenes. Sí.
—Y no puede dormir en toda la noche, ¿verdad? El reuma es una enfermedad muy peligrosa, dolorosa y grave. Aquí ya hemos pasado muchas experiencias con reumáticos. La dieta absoluta y el resto de nuestro tratamiento han dado muy buenos resultados. Aquí se curará antes que en Pystian y marchará al frente con tan grandes energías que detrás suyo se levantarán remolinos de polvo.
Dirigiéndose al suboficial de sanidad dijo:
—Escriba: Schwejk, dieta completa. Dos veces al día vaciado de estómago; una lavativa diaria. Ya veremos cómo sigue. Mientras tanto llévele a la sala de consulta, vacíele el estómago y cuando vuelva en sí póngale una lavativa, pero una buena, que llame a todos los santos para que su reuma se asuste y escape.
Entonces se dirigió a las demás camas y pronunció un discurso lleno de hermosas y razonables sentencias:
—No creáis que estáis delante de un imbécil que deja que le den gato por liebre. A mí vuestra conducta no me afecta. Sé que todos vosotros sois farsantes que queréis desertar del ejército y os trato como a tales. Por mi lado ya han pasado cientos y cientos de soldados como vosotros. En estas camas ha habido montones de hombres a los que lo único que les pasaba era que les faltaba espíritu guerrero. Mientras sus camaradas luchaban en el campo creyeron que podían tumbarse en la cama, estar a régimen y esperar a que la guerra hubiera terminado. Pero se equivocaron, y también vosotros quedaréis defraudados. Aun cuando hayan pasado ya veinte años, os despertaréis gritando cuando soñéis cómo habéis simulado conmigo.
—Doctor —se oyó suavemente desde una cama junto a la ventana—. Ya estoy bien. Por la noche he notado que se me había pasado aquella tos asfixiante.
—¿Se llama?
—Kowarik. Tienen que ponerme una lavativa.
—Bien, la lavativa se la pondrán inmediatamente —decidió el doctor Grünstein— para que no diga que aquí le hemos tratado mal. Bien, y ahora todos los enfermos a los que he nombrado que sigan al suboficial para recibir cada cual lo que le corresponde.
Y cada cual recibió su buena dosis, como se les había prescrito.
Y mientras que algunos hicieron cuanto pudieron por influir con ruegos y amenazas en los realizadores de las órdenes médicas diciéndoles que ellos, los pacientes, también podrían ir a sanidad y que sus atormentadores podrían tal vez caer algún día en sus manos, Schwejk se comportó valientemente.
—No me trates con cuidado —le pidió al esbirro que le daba la lavativa—. Piensa en tu juramento. Aunque estuvieran echados aquí tu padre o tu propio hermano dales la lavativa sin parpadear, Piensa que Austria descansa en estas lavativas y que la victoria es nuestra..."
Fragmentos de "Las aventuras del valeroso soldado Schwejk", de Jaroslav Hasek.
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