Para que no se nos acuse de injustos y de que nuestras opiniones son infundadas, lo pertinente es atenerse a informes periciales (en tanto que emitidos por un perito o entendido en una ciencia) como éste:
"... El Cesio 137 es uno de los contaminantes principales de esta agua
radiactiva tras un accidente nuclear. Es un elemento soluble en agua,
cuya vida media es de 30,23 años. Se incorpora fácilmente al organismo,
por su similitud con el potasio. Se distribuye de manera uniforme en el
interior de todas las células vivas , siendo su concentración relativa
más marcada en los músculos por el escaso espacio intercelular, pobre en
potasio. Permanece una media de 50 días en el organismo, si bien
persiste más tiempo en alguno de ellos, como el músculo. El daño por
Cesio 137 puede producirse por dos mecanismos:
IRRADIACIÓN EXTERNA: Tras la degradación de los isótopos de vida
media más corta, el Cesio 137 es el principal responsable de la
radiación externa a largo plazo en las zonas contaminadas con
catástrofes nucleares. Así ha sucedido en Chernobil, por ejemplo. El
daño de la radiación cesa en cuanto dejamos de exponernos a ella.
IRRADIACIÓN INTERNA: Cuando las moléculas radioactivas se incorporan
al organismo, actúan como pequeños focos de irradiación interna
mientras permanecen en el organismo. Es mucho más peligrosa, puesto que
es más permanente que la radiación externa, alcanza zonas mucho más
profundas, y se mantiene mucho más tiempo. Además, nos convierte en
fuentes de radiación para aquellos que nos rodean...
... Toda la información de que disponemos sobre los efectos de la
radiación en la salud humana tiene menos de setenta años. La gran
masacre de Hiroshima y Nagasaki se convirtió en la más cruel
enciclopedia médica sobre los efectos de la destrucción nuclear, la cual
se enriqueció con las aportaciones del desastre de Chernobil. Conocemos
datos indirectos a partir de la experimentación con animales realizada
principalmente en la época de la guerra fría. Sin embargo, nadie puede
saber con certeza qué dosis de radiación no produce efecto nocivo en el
ser humano. Se asume que la radiación de fondo es la ‘normal’, puesto
que no podemos eliminarla de nuestra vida, y la mayoría de los límites
de radiación admisible en alimentos están basados en ese nivel
‘aceptable’.
Sin embargo, desconocemos si una misma dosis de radiación in vitro de isótopos diferentes produce efectos clínicos similares.
Cuando un isótopo radioactivo entra en contacto con un ser vivo, cada
uno de ellos interactúa de una manera diferente a como lo hace el K40,
el principal responsable de la radiación de fondo. Además, cada isótopo
emite un tipo de radiación diferente (alfa, beta o gamma), con un nivel
de penetración y una capacidad lesiva propia. Así, por ejemplo el Yodo
radioactivo (I 131) se acumula en el tiroides durante los 8 días que
tarda en convertirse en Xe 131, incrementando el riesgo de cáncer de
tiroides mucho más de lo que una dosis equivalente de K 40 podría
hacerlo. El estroncio radioactivo (Sr 90) se acumula en hueso como el
Calcio con un recambio biológico mucho más lento que el de otros iones.
Puede permanecer en el organismo gran parte de los casi 29 años de vida
media tiene, por lo que favorece las aplasias medulares y el cáncer
óseo.
En definitiva, desconocemos si 1 Bq /Kg de Sr 90 es mucho más peligroso que 1 Bq/Kg de K40,
puesto que la biodinámica del potasio es diferente que la del
estroncio, y la bioacumulación de uno es muy diferente a la de otro. Un
Becquerelio se define como la actividad de una cantidad de material
radioactivo con decaimiento de un núcleo por segundo. Si el Sr 90 se
mantiene 20 años en el organismo, y el K 40 solamente lo hace durante 50
días, teóricamente una dosis equivalente de Sr 90 producirá 176 veces
más daño que la radiación de fondo (20 años x 375 días, frente a 50 días
de exposición). Sin embargo, los límites legales de radiación en
alimentos para consumo humano no tienen en cuenta la vida media
biológica del isótopo, sino únicamente la radiación total emitida por
kilo de sustancia seca. No existe, en ningún momento, referencia al
tiempo en que esa exposición se produce. in vitro.
Nuestro organismo ha evolucionado expuesto a la radiación de
fondo, pero no está preparado para dosis continuadas de radioactividad de alta energía.
Podemos soportar cantidades pequeñas de radiación ‘natural’, compuesta
en su mayoría por iones rápidamente recambiables por el organismo, pero
toleramos mal los isótopos radioactivos liberados por las catástrofes
nucleares, que se acumulan y producen daño hiperagudo localizado, como
el I 131, o crónico a medio o largo plazo, como el Cs 131 o el Sr 90.
Por tanto, deberíamos tener en cuenta que los efectos en la
salud de la radioactividad continúan siendo desconocidos en gran parte,
pero ninguno de los que se conoce es beneficioso. La cautela
debe presidir nuestras decisiones cuando exista una laguna de
ignorancia. No es oro todo lo que reluce en la energía nuclear; la
mayoría de lo que brilla es radioactivo y peligroso..."
Leído aquí.
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