8.3.14

3 ADOLESCENTE, DE ESTRATIS EL MARINERO DESCRIBE A UN HOMBRE, DE SEFERIS

3 ADOLESCENTE

En el verano de mis dieciséis años cantó una extraña
     voz en mis oídos,
fue, recuerdo, a la vera del mar, entre las redes
     rojas y una barca abandonada en la arena,
     un esqueleto;
traté de acercarme a la voz aquella aplicando a la
     arena mi oído:
la voz se perdió
pero cayó una estrella
como si la viera caer por vez primera
y los labios en la salmuera de una ola.
Aquella noche no vinieron ya las raíces de los árboles.
Al día siguiente un viaje se abrió en mi pensamiento
     y, como un libro ilustrado, volvió a cerrarse.
Soñaba con regresar cada tarde a la playa,
conocer la playa primero y hacerme luego a la mar.
Al tercer día me enamoré de una muchacha en una cumbre,
tenía una casita blanca como una ermita,
una madre vieja con gafas asomada a la ventana pegada a 
     las agujas, siempre callada,
una maceta de albahaca, una maceta de claveles,
se llamaba Vaso, Froso, o Bilio, creo.
Así olvidé yo la mar.
Un lunes de octubre
encontré un cántaro roto a la puerta de la casita blanca.
Vaso (para abreviar) apareció de negro, con el cabello
     revuelto y los ojos enrojecidos.
Cuando le pregunté:
"Se ha muerto, el médico dice que se ha muerto porque
     no degollamos un gallo negro en los cimientos...
     dónde iba a encontrar un gallo negro por aquí...
     sólo rebaños blancos... las aves las venden ya
     desplumadas en la plaza".
No imaginaba yo así la tristeza y la muerte,
me marché y regresé a la mar.
De noche, en la cubierta del "San Nicolás" soñé con
     el llanto de un viejísimo olivo.


Yorgos Seferis/ Pedro Bádenas de la Peña

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