26.3.14

MATÍAS PASCAL ENTRE LAS ROSAS, DE DIARIO DE A BORDO I, DE SEFERIS

Permanecemos en esta posición a la espera de órdenes.

Diarios de a bordo.


Mientras tanto, en muchas ocasiones me pa-
rece mejor dormir que encontrarse así, sin
compañía y seguir así. ¿Qué hacer durante la
espera? ¿Qué decir? No lo sé. ¿Y para qué 
sirven los poetas en tiempos de mezquindad?

Hölderlin.


MATÍAS PASCAL ENTRE LAS ROSAS

Fumo sin parar desde por la mañana.
Si paro me abrazarán las rosas
con las espinas y me ahogarán los pétalos caídos.
Crecen todas torcidas con el mismo color,
miran: esperan ver a alguien, pero no pasa nadie.
Las sigo detrás del humo de mi pipa
por encima de un tallo marchito sin aroma.
En la otra vida decía una mujer: puedes tocar esta
     mano
y es tuya esta rosa, es tuya, puedes tomarla
ahora o más tarde, cuando quieras.

Bajo, siempre fumando, los peldaños
y bajan conmigo las rosas irritadas
y tienen algo en su porte de la voz
del grito radical, donde el hombre
empieza a exclamar: "madre" o "auxilio"
o las pequeñas voces blancas del amor.

Es un jardín pequeño cuajado de rosales,
pocos metros cuadrados que descienden conmigo
cuando bajo los peldaños, sin cielo.
Su tía decía: "Antígona, hoy has olvidado la gimnasia.
En mis tiempos, a tu edad, no llevaba yo corsé."
Su tía era un penoso cuerpo con venas en relieve,
lleno de arrugas en torno a las orejas y una nariz
     moribunda,
sin embargo sus palabras rebosaban siempre sensatez.
La vi tocar un día el pecho de Antígona
como un niño que roba una manzana.

¿Encontraré quizá a la vieja en mi descenso?
Me dijo cuando yo salía: "¿Quién sabe cuándo volveremos
     a encontrarnos?"
Después leí su muerte en los periódicos
y la boda de Antígona y la boda de la hija de Antígona
sin que acabaran mis peldaños y mi tabaco
que me da un sabor de barco encantado
con una sirena crucificada en el timón cuando aún era
     hermosa.

Korçë, verano de 1937.



Yorgos Seferis/ Pedro Bádenas de la Peña

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