El paisaje de la entrada anterior responde bien a nuestra naturaleza de animales pleistocénicos. No habrá muchas personas a las que no guste pasear por un lugar así: abierto, elevado, batido por el viento frío de la lejana sierra nevada, una mañana soleada de invierno. Sin embargo es un paisaje frágil: ha estado a punto de desaparecer aplastado bajo un descomunal equipamiento hotelero, y sigue amenazado por una recalificación urbanística que no le concede valor alguno como alivio para nuestra naturaleza. Pero aunque así fuera, no sería fácil que la sociedad se resistiese a acometer mejoras: colocación de letreros, papeleras, bancos; trazado y pavimentación de caminos; plantación de nuevos árboles; creación de espacios para cocinar al aire libre; aparcamientos para esas áreas; centros de interpretación... Sin los cuales la sociedad sentiría que "no ha hecho nada". Sin embargo, este paraje, como está, nos proporciona libertad, y es todo lo que necesitamos.
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