Se encienden las bombillas amarillentas de la calle y compiten ya con el cielo cubierto de nubes color ceniza. Incluso la luz de mi pequeña lámpara es más fuerte que la que resta de un sol casi olvidado. De las montañas del fondo queda tan solo su silueta negra y plana, salpicada de puntos de luz. Dentro de poco, el marco de la ventana ganará protagonismo al paisaje, y al final tendré tan solo un espejo en el que mirarme contra la noche.
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