La jornada comenzó en Lezama,
de donde pasé a Bermeo. El extremo del dique estaba visiblemente dañado por el último temporal. El mar rompía con violencia contra los enormes bloques de hormigón.
Estas casas se agazapaban contra el monte para ocultarse del noroeste.
Allí no quedaban apenas nubes; sólo éstas, que jugaban a imitar, burlonamente, la forma de la isla de Ízaro.
De allí pasé a Gamiz-Fika,
con el cielo oculto de nuevo, donde además de esta foto de la iglesia, que es el centro del pueblo (aquí los ayuntamientos reciben también el nombre de anteiglesias),
y de esta otra de la cuerda de la campana (que no osé tocar),
saqué fotos de un avellano rojo (Corylus máxima purpúrea),
y de un cruce de caminos.
... Y después, a comer, que había hambre.
2 comentarios:
Buen reportaje Gonzalo.
Saludos.
Gracias, nómada. Saludos.
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