Es muy probable que las viviendas de la entrada anterior estén inspiradas en la Unite d'habitation de Le Corbusier. En la era de la máquina pocas cosas podía haber tan maravillosas como navegar en un transatlántico, aunque éste se encontrase varado y las olas fueran de vegetación.
El tecnócrata suizo buscaba la brisa y el sol para todos, y no se le puede reprochar que después la ciudad terminara convirtiéndose en un congestionado puerto en el que, desaparecidos el oleaje y el horizonte del mar, las naves se hacinan unas junto a otras en completo desorden.
La alternativa a vivir en uno de esos "camarotes" era no tener dónde vivir, y eso es lo realmente importante. No debemos dejarnos engañar por el posterior cursos de los acontecimientos, como hacía Alejandro de la Sota cuando decía de su arquitectura de posguerra en los poblados de colonización: "... jugábamos a ser pobres..."
¡Ah, aquella cubierta (de verdadero lujo) cuajada de maravillosas esculturas en hormigón armado! El edificio coronado por el ideal, igual que los edificios clasicistas eran rematados por un pequeño Partenón o un tholos...
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