Ese desamparo de las cosas que hasta ayer mismo tenían valor...
Esta es una guardería de Laredo,
en la que "ya" y "todavía" no juegan niños. "Ya", porque aún está vivo en recuerdo de cuando el lugar era privado, y "todavía" porque, en cuanto se den cuenta de que nadie va a decirles nada por entrar, volverán a disfrutar con ellos.
La vegetación nos cuenta también que hace no mucho alguien la cuidaba. Todo está ordenado pero hay indicios de que comienza a "entrar" en el desorden.
El camino de entrada va siendo, poco a poco, ocupado por las plantas, y los árboles que se han secado no han sido retirados.
Y otros curiosos como yo han abierto nuevas "puertas".
...
Ésta otra es una "oficina de obra" en Etxébarri, que (por lujosa) muchos países habrían querido tenerla como pabellón en una exposición universal.
Acabados en "cortén", y carpinterías en ese mismo material y en acero inoxidable,
Grandes ventanales, juegos para los niños,
estandartes para los pendones con la marca de la empresa... El estado de abandono es igual que el de la guardería de más arriba.
Las maquetas de lo que se vendía, aún están en su lugar.
Entro y me siento en un banco de hormigón blanco. La gente que pasa me mira extrañada. El orden y la elegancia de todo aquello me convierten en un intruso.
2 comentarios:
A mí también me gustan las ruinas. Tienen el 'aroma' de otras vidas, otros afanes, otro tiempo que no acaba de morirse si tienes la suficiente sensibilidad para captarlo en el silencio de las piedras. De niña me encantaba jugar en lugares así. Una fábrica abandonada, una casa invadida por la vegetación, un paseo olvidado con los bancos rotos y los árboles solos...
(Sigo bajando.)
Supongo que el romanticismo late aún en nosotros.
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