Solamente circulan unas pocas fotografías de Dimitri Shostakovich. En blanco y negro, con corbata y traje que no le sientan muy bien. Siempre con sus gafas redondas y casi siempre con expresión seria. Llevo muchos años dedicándole algún pensamiento al día a este hombre que me cae simpático aunque no sé casi nada de él. Desde que me grabaron una cinta con el cuarteto nº8, días después de una interpretación en directo de ese mismo cuarteto en la inauguración de un conservatorio de música de Bilbao.
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Pienso que todas las personas relacionadas con el extranjero que conozco, en realidad están relacionadas con Rusia: mi pediatra, que fue una niña de la guerra; un compañero de bachillerato que fue a estudiar astrofísica; varios conocidos de los años de universidad, que eran músicos... Todos me trajeron un pedazo de aquella realidad desconocida en sus miradas escépticas; en las descriciones de la vida en las residencias de estudiantes, en las que existía una promiscuidad que entonces era una novedad para mí; en la noticia de que abundaban los estudiantes cubanos, contraste que nunca ha dejado de chocarme; en los detalles de la llegada del largo, interminable invierno, durante el que las ventanas permanecían selladas por el intenso frío; en las anécdotas como la del peligro de demorarse demasiado esperando el bus; en las horrendas postales con propaganda del régimen... También recuerdo lo que se comentaba en la calle sobre las dificultades que las autoridades ponían a los primeros llegados, muchos con formación universitaria, algo poco común aquí por entonces (sobretodo entre las mujeres). Se decía que la policía les molestaba con formalismos burocráticos. Ninguna otra noticia de lugares lejanos (ni siquiera mis propios viajes) me ha causado tanta impresión como aquellos retazos de realidad.
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Pienso que todas las personas relacionadas con el extranjero que conozco, en realidad están relacionadas con Rusia: mi pediatra, que fue una niña de la guerra; un compañero de bachillerato que fue a estudiar astrofísica; varios conocidos de los años de universidad, que eran músicos... Todos me trajeron un pedazo de aquella realidad desconocida en sus miradas escépticas; en las descriciones de la vida en las residencias de estudiantes, en las que existía una promiscuidad que entonces era una novedad para mí; en la noticia de que abundaban los estudiantes cubanos, contraste que nunca ha dejado de chocarme; en los detalles de la llegada del largo, interminable invierno, durante el que las ventanas permanecían selladas por el intenso frío; en las anécdotas como la del peligro de demorarse demasiado esperando el bus; en las horrendas postales con propaganda del régimen... También recuerdo lo que se comentaba en la calle sobre las dificultades que las autoridades ponían a los primeros llegados, muchos con formación universitaria, algo poco común aquí por entonces (sobretodo entre las mujeres). Se decía que la policía les molestaba con formalismos burocráticos. Ninguna otra noticia de lugares lejanos (ni siquiera mis propios viajes) me ha causado tanta impresión como aquellos retazos de realidad.
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