8.9.09

EL SILENCIO DE LAS MUJERES

Hay un bar en Bilbao, de cuyo nombre no quiero acordarme, que sufre desde hace tiempo el ataque de un drogadicto. Amenaza al personal del local con armar bronca si no le prestan dinero. Se cuela en la cocina en busca de los cuchillos. Rompe el mobiliario de la terraza... Y ahuyenta la clientela. Los camareros llaman a la policía. La policía aparece rápidamente. El drogadicto grita a los policías. Les amenaza. El hombre es detenido.

El delincuente tiene orden de alejamiento. La orden de alejamiento es un papel, y como tal, y dependiendo de su rugosidad, puede servir para limpiarse el culo. Es lo que hace el drogadicto, que vuelve al día siguiente y termina repitiendo la misma escena.

La secuencia de sucesos tendería a repetirse idénticamente hasta el infinito si antes dos camareros no hubieran pedido la cuenta y el dueño no estuviera gestionando el cierre del negocio. En el barrio se rumorea que ese hombre mató a otro hace años. Y los años no son muchos. Otro mal indicio.

La gente sabe de éste y otros casos como éste. Las mujeres maltratadas saben también de casos como éste. Comparan esta realidad con la propaganda de la Administración Pública acerca de los maltratos, en la que les animan a denunciar. La vida para ellas es doblemente dura. Se encuentran, sin escapatoria posible, entre la amenaza de un tirano y la imagen hipócrita de una Administración incompetente. Y optan por lo malo conocido.

2 comentarios:

Nómada planetario dijo...

Así es camarada, la denuncia por malos tratos, según me reconoció públicamente en una ocasión la directora del Instituto Andaluz de la Mujer, es el momento más peligroso de todo el proceso.
La ley ha servido de poco si se observa la fría estadística, sin olvidar que tras esos números hay personas.
Saludos.

Glo dijo...

El problema es que "la protección y el apoyo" que dicen brindar son papel mojado. Sólo funciona a partir de un cierto nivel adquisitivo; a partir de que la persona agredida disponga de cierta autonomía. El resto de víctimas, como el pobre desgraciado dueño del bar, tienen que joderse, porque están a merced de sus agresores.