Siempre que me toca viajar a la costa más septentrional de Cantabria llueve, ¡y de qué manera!. Y yo que me había llevado las zapatillas para caminar por los arenales, esperanzado por el sol que hizo esa mañana...
Con los pies empapados, sólo pude tomar algunas fotos. El resto de mi excursión tuve que hacerla desde el coche. Menos es nada.
Terminé refugiándome en un café muy acogedor que hay en Noja, decorado como un gran cuarto de estar.
En su exterior se nota la influencia del arquitecto mexicano Luis Barragán.
Después paró algo la lluvia, pero un viento frío terminó por malograr el día. Me acerqué a Isla.
Las rocas de Isla son calizas erosionadas por el agua fría rica en CO2, que forma en ella aristas agudas, puntas y pozas, y amplía las diaclasas formando canales; anfractuosidades en las que las olas se deshacen y pierden toda su energía. Este roquedal, poblado aquí y allá por grupos compactos de encinas, me recordó el de Biarritz.
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