La luz no es ya la mejor para tomar fotos. Las cosas se van sumiendo en la sombra y parecen oscuras contra un cielo que todavía conserva el brillo del día. El camino solitario se oscurece más al adentrarse en la arboleda que acompaña al río, y el rumor del agua colma el silencio del atardecer. Como único hito encuentro la luz indecisa de una vela que muestra el lugar (un entrante en la roca) en el que se venera una figura de la Virgen. Pasó la hora de los paseantes y llegó la de la soledad.
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