Durango sufrió bastante con la llegada de la industrialización. Su casco medieval vio alterada su estética con la introducción de edificios disonantes en altura, proporciones, color... No se creó un bulevar al desaparecer las murallas y apenas existe solución de continuidad entre las zonas nuevas y las antiguas. Aún hoy, las antiguas fincas de los conventos desaparecen convertidas no en espacios verdes públicos, sino parceladas como solares en los que se continua la trama urbana. No obstante, algunos lugares y edificios interesantes quedan, y las actuaciones más recientes parecen más respetuosas con lo existente.
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